Paseo Bravo es hoy en día uno de los principales puntos de encuentro y recreación para los poblanos y visitantes.

Según el libro “Paseo Nuevo, Paseo Bravo. 150 años de historia”, de Pedro Ángel Palou, la construcción del jardín y la alameda inició en 1818.

El lugar seleccionado para erigirlos fue la plaza pública, que en ese periodo también era conocido como Plaza del Parral o Plazuela de los Locos.

En este sitio, el insurgente Miguel Bravo fue ejecutado el 15 de abril de 1814, y en su honor en 1823 se hizo un monumento conmemorativo.

Fue hasta 1840 cuando quedó oficialmente inaugurado bajo el nombre de “Paseo Nuevo”. Sin embargo, en 1863 la zona sufrió la pérdida de árboles y esculturas como consecuencia de la intervención francesa.


En Paseo Bravo fueron enterrados los restos de poblanos que sucumbieron al cólera | Agencia Es Imagen para El Universal Puebla
En Paseo Bravo fueron enterrados los restos de poblanos que sucumbieron al cólera | Agencia Es Imagen para El Universal Puebla


Una vez restaurado, en 1870, se le otorgó el título de Paseo Bravo. Sin embargo, lo que mucha gente desconoce es que años atrás este icónico sitio sirvió como un cementerio improvisado donde se sepultaron miles de personas que perdieron la vida a causa de las epidemias del siglo XIX.

De acuerdo con el historiador, Miguel Ángel Cuenya, entre 1812 y 1833 México se enfrentó a la primera gran pandemia de dimensiones desastrosas. Se trató del cólera, enfermedad que desde 1829 se había salido del control en la India.

Ante dicha contingencia, el cabildo de Puebla tuvo que buscar un lugar adecuado para sepultar a las víctimas de esta enfermedad que era altamente contagiosa.



Para ello escogieron unas huertas propiedad del Colegio del Estado, las cuales estaban ubicadas frente al templo del barrio de San Sebastián, junto al antiguo templo de San Javier y frente al Paseo Bravo.

De acuerdo con el historiador, ahí fueron enterrados más de 3,000 poblanos que sucumbieron ante el cólera, a excepción del gobernador del Estado, Patricio Furlong, y el deán de la Catedral poblana, quienes fueron sepultados en el templo de San Javier.

Pasó la pandemia y los poblanos siguieron enterrando en los templos, y el cementerio de San Javier fue destinado para la inhumación de los feligreses de la parroquia de San Marcos, quienes en su mayoría eran pobres.

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De hecho, en el año de 2022, durante la rehabilitación del edificio del San Francisco Javier (actuales oficinas del CIS) se encontraron restos humanos, los cuales pueden estar relacionados con la llegada de una epidemia y el cementerio que se encontraba en la zona.

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