Esta ciudad enamora a primera vista. Caminar por sus calles empedradas es encontrarse con fachadas que deslumbran por su belleza, muchas de ellas recubiertas con talavera, la cerámica artesanal que ha hecho famosa a esta capital desde hace siglos.
Declarada Patrimonio Mundial por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Puebla no solo resguarda una impresionante arquitectura colonial, sino también una tradición viva que se mantiene a través de sus talleres, mercados y museos

¿Qué caracteriza a la ciudad de Puebla?
Fundada en 1531, Puebla de los Ángeles es reconocida por su riqueza histórica, arquitectónica y cultural. En su Centro Histórico, declarado Patrimonio Mundial en 1987, es posible admirar iglesias barrocas, casonas coloniales, conventos y palacios con acabados de cantera, hierro forjado y, por supuesto, azulejos de talavera.
Además de su arquitectura, Puebla es famosa por su gastronomía, considerada una de las más importantes de México, con platillos icónicos como el mole poblano, los chiles en nogada y las cemitas. Todo esto enmarca una experiencia turística y cultural sin igual.
Pero uno de los elementos que más distinguen a esta ciudad es, sin duda, la Talavera Poblana, cerámica vidriada elaborada a mano que desde la época virreinal forma parte del paisaje visual y la identidad de Puebla.

Lee más: Así se vería Puebla si sus edificios fueran de talavera, según la IA
¿Cuál es la historia de la talavera en Puebla?
La historia de la Talavera Poblana inicia con la llegada de los españoles al continente americano. Durante el Virreinato, los alfareros de origen europeo encontraron en Puebla un lugar propicio para reproducir la técnica mudéjar, una corriente artística que fusiona elementos cristianos, musulmanes y judíos, originada en la península ibérica.
Desde el siglo XVI, en Puebla se comenzó a trabajar la cerámica de alta temperatura usando barro rojo y esmaltes hechos a base de plomo y estaño. Con el paso del tiempo, la técnica evolucionó para adaptarse a los gustos del nuevo mundo, dando como resultado la talavera tal como la conocemos hoy: piezas únicas, pintadas a mano con pigmentos minerales, en colores tradicionales como azul, amarillo, verde, negro y naranja.
Este arte alcanzó tanto prestigio que durante la Colonia fue regulado por ordenanzas virreinales, a fin de asegurar su calidad y preservar su proceso artesanal. Aunque estas normativas perdieron validez tras la Independencia, los talleres poblanos mantuvieron viva la tradición. Fue hasta la década de 1990 cuando se retomó su regulación mediante la creación del Consejo Regulador de la Talavera, y en 1995 se otorgó la Denominación de Origen.
En diciembre de 2019, la UNESCO reconoció la Talavera de Puebla, junto con la de Tlaxcala y dos localidades en España, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, lo que confirma su importancia histórica y artística.
¿Cómo reconocer la talavera auténtica?
La talavera original debe estar elaborada completamente a mano, en talleres certificados que siguen el proceso tradicional. Un dato clave: solo ocho talleres cuentan con la certificación del Consejo Regulador. Estas piezas llevan un holograma DO4 que garantiza su autenticidad.
Una pieza auténtica se puede identificar por su base sin esmaltar, por estar hecha con barro rojo y por tener un esmalte blanco ligeramente amarillento o grisáceo, nunca blanco puro. Además, ningún diseño es igual a otro, lo que hace que cada objeto sea verdaderamente único.
La ciudad de Puebla no solo ofrece un viaje al pasado, sino también una experiencia sensorial y estética única que combina patrimonio, arte, tradición e identidad. Por lo tanto, si buscas un destino que celebre su herencia cultural en cada fachada y detalle, Puebla es el lugar ideal.