Históricamente la cartonería llega a México en la época del virreinato y las tradiciones son marcadas por eventos litúrgicos que, con el paso del tiempo, provoca la creación de las catrinas.

Para Jessica Luengas Rivera, artista plástica, un ejemplo son los judas que se elaboran y queman en Sábado de Gloria, máscaras de carnaval previo a la Semana Santa, figuras de los panzones y Lupitas o Lolitas el Jueves de Corpus Christi y las piñatas en diciembre.

“Fue cuando el artista mexicano Guadalupe Posada dibuja por primera vez a “La Garbancera” que entra la catrina en el ideario colectivo, pero es Diego Rivera quien la rescata y la pinta, quien a su vez se la otorga a Pedro Linares, quien ya antes había iniciado con la creación de los alebrijes hechos de cartonería”, explicó en entrevista con El Universal Puebla.

Compartió que ella conoció de la cartonería cuando estudiaba la preparatoria y en la clase de arte el maestro les pidió que hicieran una catrina, lo que se convirtió en la primera pieza de muchas que ha elaborado a lo largo de 18 años y que a la fecha sigue realizando.

Para esta tarea se prepara en la mesa de trabajo con materiales como tijeras y cutter, cartón, engrudo, unicel, pinturas, pinceles, barnices y, lo más importante y antes que todo, el dibujo de lo que se desea realizar.

Una vez que se tiene el boceto hay que definir si la figura será hombre o mujer, después se hacen moldes de yeso que se cubren con papel aluminio que posteriormente se empapelarán por varias capas de papel Kraft hasta obtener el cráneo de lo que será la catrina.

Para los cuerpos, Jessica Luengas se ayuda de unicel para poder esculpir las figuras, mismas que también se forran y empapelan, después se pasa a la etapa de blanqueado, es decir, cubrir toda la pieza con pintura blanca.

Sobre la figura pintada de blanco la artista ya puede dibujar a lápiz los rasgos que darán forma al rostro y al resto del cuerpo.

Posteriormente, es momento de elegir los colores de pintura acrílica que darán vida a la vestimenta, cabello, ojos y demás elementos. Una vez que la pintura se haya secado es importante cubrir con barniz para así proteger la durabilidad de la pieza.

Al final se colocan todos los detalles que pueden complementar la figura, como flores en el tocado, listones para el cabello, pestañas postizas o figuras de migajón para recrear panes, frutas u otros artículos.

“Las catrinas son un reflejo de una personalidad, una moda, pueden ser modernas o ambiguas y del tamaño que sea. Por ejemplo, acá tenemos unas como si estuvieran vestidas en la época virreinal, de la época revolucionaria y como pudieran haber estado vestidas las personas que ayudaban dentro de las grandes casonas de la época virreinal”, dijo.

La también especialista en modelado, empastado y resina, subrayó que sus piezas de cartonería tienen como sello que ella siempre provoca que las personas que admiren sus creaciones se inclinen hacia adelante, es decir, la colocación de los detalles que decoran las catrinas obliga al espectador a inclinarse para poder mirarlo desde un ángulo más cerca. Ese es el sello de la artista.

Una catrina, de inicio a fin, de más o menos 30 centímetros de alto le puede tomar una semana de elaboración en el taller, considerando dos horas diarias, y el costo de la obra es de 600 pesos. Todo depende de la pieza final que se desea obtener.

Como artista plástica, para complementar sus trabajos, ha estudiado historia del arte, reinterpretación del patrimonio, museografía, historia de la vida cotidiana para así generar la idea redonda de cómo se va a vestir la catrina, qué colores se van a emplear, con cuáles elementos se enriquecerá.

Su trabajo ha sido reconocido tanto en Puebla como en otras naciones, lo que la ha llevado a donar una pieza de 2 metros de alto para el Centro Cultural Nacional Hispano en Albuquerque,  Nuevo México, Estados Unidos.

En el caso del estado, donó una de sus piezas al Museo Regional de Cholula, en el marco del aniversario de los 500 años de la matanza de Cholula.

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