El trágico deceso de un familiar motivó a Lourdes Monserrat Caba Ríos a estudiar criminalística. Buscaba justicia. Pese a los constantes cuestionamientos de familiares y amigos que aseguraban le daría miedo enfrentarse a un cadáver, ella actualmente trabaja como perito en fotografía de la Fiscalía General del Estado (FGE), en el Servicio Médico Forense (SEMEFO).

En una charla con nos compartió algunas de sus experiencias.

¿Cuándo nace tu gusto por esta profesión?

Desde secundaria. Tenía primero pensado estudiar medicina, pero siempre me gustó lo forense. Mi familia, mi abuelito fue el que me alentó al decir: si quieres estudiar medicina ¿por qué no te especializas en medicina forense? Tiempo después empecé a conocer lo que es la criminalística y me enamoré de la carrera, dije: esto es lo que quiero y ahí me quedé.

¿Cuál fue tu primer acercamiento con la criminalística?

Hubo un suceso en mi familia, una defunción trágica de un familiar y la manera en la que se desarrolló el evento me hizo saber lo que yo quería porque necesitaba justicia, yo estaba del lado de la víctima en ese momento. Entonces cuando lo ves desde ese punto y no tienes tanto acercamiento con los servidores públicos, tienes un panorama diferente. Ahí nació mi curiosidad, mi necesidad de buscar justicia, al ser víctima. Ya que estás de este lado es una perspectiva completamente distinta.

¿Cuál fue la respuesta de tus padres?

De la parte de mi mamá tuve todo el apoyo, desde el principio me dijo: “hija, si es lo que quieres, adelante. Tienes todo mi apoyo, vamos a buscar una buena escuela donde puedas desempeñarte. Mi papá quería que estudiara derecho, lo que pasa es que antes, cuando no estaba tanto el “boom” como ahora, apenas comenzaba a ser notada y la criminología pues ni se diga, entonces en ese momento mi papá me dijo que estudiara derecho y después la especialidad o un diplomado para que si no encontraba un trabajo pudiera desempeñarme como abogada. Lo pensé desde la prepa, la especialización siempre es lo mejor.

¿Qué te dijeron tus familiares y amigos?

Mi familia es de puros maestros, todos docentes, de carrera magisterial, pedagogos… entonces era como la ovejita negra de la familia. Entre los tabúes familiares, entre que eres mujer -que también es muy difícil, más en la sociedad machista de México-. Se preguntaban ¿y si no termina? ¿y si sale embarazada? ¿y si no le gusta? ¿si se desmaya? porque aparte siempre he sido como muy chiquita. Mis familiares le decían a mi mamá que mejor me dedicara a otra cosa y que me dejara su plaza de maestra, pero mi mamá me apoyó y ahí tuve el compromiso de no fallarle a quien está confiando en mí. Y mis amigos, pues siempre me dijeron que era como la rarita, pero me apoyaron.

A nivel laboral ¿has encontrado obstáculos por todo lo que comentas?

Sí, desde el principio por ser mujer, por no tener la imagen que se espera físicamente, como muy alta o que te veas muy ruda. Ahorita ya no, pero al principio sí. En la primera oportunidad laboral que tuve en Seguridad Pública empezaron a decir que para qué esa licenciatura si era más de seguridad.

¿Has tenido algún otro problema?

Tuve la oportunidad de entrar a laborar en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla como docente. Estuve cuatro años en la licenciatura de criminología en materias relacionadas con la psicología criminal -mi maestría- y bases de la criminalística -mi licenciatura-, y ahí inculqué a los alumnos que no pueden ir despegados. Después entré a laborar a la Escuela Militar de Sargentos en la unidad militar como docente en el curso de especialidad en seguridad pública para Sargento Segundo. Ahí es un mundo diferente donde las ciencias forenses tienen un tope muy grande porque no lo relacionan con temas de seguridad pública a pesar de que van de la mano.

¿Cuándo llegas al Servicio Médico Forense?

Estaba estudiando el doctorado en investigación y desarrollo de las ciencias forenses en el Instituto de Ciencias Forenses del Estado de Puebla y la directora se empezó a interesar en lo que yo investigaba y me preguntó si me gustaría colaborar en la Semefo como criminalista y le dije que sí, nunca puedes decir que no ante una oportunidad tan grande. Dije que sí porque había ejercido mi maestría hasta ese momento, pero solamente dando clases, digamos de escritorio. Se me abrió una oportunidad perfecta para estar en campo. Ingresé al Servicio Médico Forense un primero de agosto de 2017.

¿Qué papel desempeñas específicamente en el Semefo?

Yo soy perito criminalista, en el área de anfiteatro para identificación humana o de documentación fotográfica, también para diligencias que tienen que ver con protocolos de Estambul, con tortura, como perito tercero en las mayorías de las ocasiones o como perito tercero en discordia, todavía en los procesos que siguen del sistema penal antiguo.

¿Algún levantamiento de cadáver te ha marcado?

En una ocasión me tocó estar de turno. Llego al levantamiento, una chica de 13 años, adolescente, que estaba en el patio de su casa, encima de su lavadero, colgada de una rama. Tú lo tomas como una diligencia de tantas, sólo vas, la haces y te retiras. El cadáver evidentemente llega a Semefo y me toca intervenir como perito en fotografía.  Estuvo muy bien porque tenía el antecedente del lugar del levantamiento de viva voz. Yo no hice el levantamiento, solamente me enfoqué en la posición del cadáver, características generales. Llegamos a la necropsia y al tiempo, no sé cuánto pasó, un mes, me viene a buscar una señora devastada, por así decirlo. Me dice: mire, señorita, ya me entregaron el cuerpo de mi hija, pero necesito su ropa porque la he soñado.

¿Te contó la historia?

-La chica (fallecida) tenía antecedentes de depresión, peleaba mucho con su mamá, estaba en la etapa difícil de la adolescencia por así decirlo, entonces discutían mucho. Ella tenía un hermanito más pequeño, entonces se cortaba, bien que me acuerdo de esa niña porque tenía muchos aretes chiquitos alrededor de las orejas y tenía muchas pulseras. Entonces me acordé del caso porque yo lo trabajé. La señora me dijo que discutieron porque llegó de la escuela y no se quería quitar el uniforme, que iba a comprar cosas para la comida, que se llevaría a su hermano y que no quería volver a verla en la vida. La señora se va a la tienda y cuando regresa la chica está colgada.

¿Qué sentiste?

Yo sentí horrible porque tengo hermanas, soy mujer y aparte yo vi ese caso. Lo viví desde el levantamiento, entonces sí te hace match psicológico.

¿Cómo ayudaste a la señora?

Lo que quería eran las prendas y las pertenencias, el uniforme de la escuela y todas las pulseritas, anillitos, es algo significativo para la víctima y que tiene una relación intrínseca con el indicio que es el cadáver, entonces le dije que sí pero las prendas no estaban en un lugar alcanzable.

¿Cuándo las encontraste?

De una caja que movimos se cae una bolsita. Ya había perdido las esperanzas de encontrarla pronto, no era que estuviera perdida, pero son muchas cajas y como que yo sentí una vibra rara, veo la bolsita y veo el nombre de la chica que estaba buscando.

¿Te ves haciendo esto toda tu vida?

Sí, no me veo haciendo otra cosa que estar en donde estoy, evidentemente en otras áreas, a lo mejor no sólo en Semefo. Afortunadamente ahorita estamos en la Fiscalía y como peritos en criminalística tenemos mucho campo de acción.

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