Hace nueve años, en diciembre del 2012, Mónica Espín Iturbe fue diagnosticada con cáncer de mama.

Descubrió este mal cuando se hizo una autoexploración de rutina y se sintió un pequeño abultamiento, como si se tratara de una vena levantada.

Después de un ultrasonido y una mastografía, el médico le confirmó que la tenía que operar para extirpar el tumor maligno.

De inmediato, ella relacionó la palabra cáncer con muerte y fue entonces cuando al hacer una evaluación de su vida se dio cuenta que no había hecho lo suficiente.

“Más que temor, mi miedo era pensar que me iba a morir y no había hecho algo que de verdad me hubiera hecho feliz. En retrospectiva me di cuenta lo fácil que es ser feliz, pero nos dejamos llevar por muchas creencias, miedos y arraigos”, dijo Mónica, quien ahora tiene 47 años de edad.

En ese momento, ella también pensó en sus dos hijos, quienes entonces tenían 14 y 11 años, y eso la motivó a seguir todo el proceso de curación.

El tumor que tuvo medía un centímetro y sus ganglios estaban limpios debido a la detección oportuna, de manera que la cirugía que le practicaron no ameritó radioterapia ni quimioterapia.

Le retiraron toda la glándula mamaria y sólo recibió hormonoterapia, la cual consistía en tomar una pastilla durante cinco años, pero con el riesgo de que dicho medicamento le provocara cáncer de endometrio.

“Recuerdo que había gente que me decía que le echara ganas. Otros que no dijera que estaba enferma porque había mucha estigmatización, tontería y media que puede afectar mucho a la estabilidad emocional de la paciente”, compartió.

 

Hoy considera que la enfermedad trajo cosas positivas a su vida.

“Mi vida se transformó, empecé a tener una vida más integrada a la sociedad y más dispuesta a estar totalmente para mí. Aprendí a trascender en la búsqueda del crecimiento, le di sentido a mi vida porque ahora encabezo una campaña de concientización para la detección oportuna del cáncer”, señaló.

Mónica Espín Iturbe es la imagen de una campaña de laboratorios que promueve la detección oportuna de cáncer, además es autora del libro “Morir para Vivir”, conferencista y tanatóloga.

Su labor para concientizar sobre la detección temprana la realiza a través de los medios de comunicación y redes sociales, donde también da respuesta a las dudas de las mujeres sobre este padecimiento que es la primera causa de muerte de mujeres en México.

El libro de su autoría “Morir para Vivir”, relata la experiencia emocional que vive un paciente ante un diagnóstico de cáncer de mama, de cómo impacta a la persona y a sus redes de apoyo, hace cuestionamientos de cómo se vive la vida, enseña a soltar, hablar sobre la muerte e invita a vivir de tal manera que en el momento de trascender no sea un alma que deja pendientes.

El libro también incluye poesía de su autoría, lo que le sirvió para sanar en este proceso y también para que familiares y amigos, al leerlo, expresen: “bueno, ahora ya sé por lo que está pasando, ya sé que no se trata de un 'échale ganas'”.

“Es una lectura que ayuda a comprender cómo una persona diagnosticada con cáncer ve a sus hijos, cómo esta noticia puede también impactar al padre de sus hijos, porque muchas veces se presentan divorcios… Se dice que la pareja te abandona, y no es así, lo que sucede es que este diagnóstico impacta de diferentes maneras y los matrimonios que ya estaban fraccionados se terminan por derrumbar, y los que estaban bien cimentados toman mayor fuerza”, explicó.

Espín Iturbe se profesionalizó como tanatóloga a raíz de ver muchas pérdidas: la de su salud, del cabello, del seno, la seguridad y la autoestima, hasta las pérdidas laborales y de familia.

Lo más importante -dijo- es comprender que la vida es un proceso y hay que vivirlo “porque hoy estamos aquí, pero mañana quién sabe”.

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