En México, el servicio de retratar a los difuntos se desarrolló a mediados del siglo XIX, pero fue hasta el siglo XX cuando adquirió una notable presencia.
De acuerdo con el Archivo General de la Nación, los fotógrafos más reconocidos en el país que realizaban el servicio de capturar la última imagen de los difuntos fueron Juan de Dios Machain, José Antonio Bustamante Martínez, Rutilo Patiño y Romualdo García.
También se señala que ellos desarrollaron una composición distintiva hacia el tema de la fotografía post mortem, que en esa época fue conocida como “La muerte niña”.
Pero la cuestión de retratar a personas sin vida no excluyó a Puebla, donde las familias de cualquier condición social, baja, media o alta, acudían a la fotografía con la intención de contar con un recuerdo de sus seres queridos a través de la imagen.
Algunas fotografías que se encuentran en las redes sociales, pero también en el bazar de antigüedades conocido como Los Sapos, muestran que los retratos podían ser del difunto solo reposando sobre la cama o en alguna habitación de su vivienda.
También hay imágenes, la mayoría en blanco y negro, que evidencian que cuando el acaecido era bebé o un niño, los dolientes elegían un ataúd blanco, los sepultaban con sus ropones y los familiares también vestían de blanco.
Pero si el difunto era un adulto, entonces la ropa y el ataúd que se elegía era en negro o tonos oscuros, de acuerdo con lo que se ve en las imágenes.
Otra de las características de las fotos post mortem muestran que los fotógrafos recurrían a elementos como flores y arcos para adornar el lecho de muerte o la caja en que es sepultado.
Las imágenes también eran tomadas en casa, afuera de las iglesias o en el mismo panteón. Incluso los datos del Archivo General de la Nación refieren que las mismas funerarias contaban con este servicio de fotografía infantil post mortem y lo ofrecían a los dolientes al momento de elegir el ataúd.
“Con determinados adornos y elementos alegóricos buscaron asemejar al pueril fallecido a un ser celestial, ejemplo de ello es la composición de colocar el cuerpo en una posición de descanso, manteniendo las manos entrelazadas, con la intención de simbolizar el estado eterno del sueño. La temática decorativa que se empleaba tenía que expresar la sensación del paso a la transformación celestial, por lo tanto, para simbolizar el paraíso se utilizaban flores, mientras que la vestimenta blanca, representaba un distintivo de la pureza asociada a la infancia, la representación de la luz celestial y eterna se obtenía a partir de la utilización de velas”, se lee en el artículo de la institución.
En Puebla, algunas de las imágenes que se muestran en las redes sociales corresponden a la muerte de un adulto que descansa en una caja negra, la cual se ubica en la parte central de la fotografía.
En la imagen, que data de 1926, hay 11 dolientes y las mujeres lucen cubiertas de la cabeza por sus rebozos oscuros, mientras que los hombres visten camisas blancas y sacos oscuros.
El resto de la habitación está rodeado de cruces y coronas hechas de flores y follaje que se recargan en la pared, a los lados del ataúd y en la parte superior.
Otra imagen, de 1940, corresponde a la muerte de un niño en Izúcar de Matamoros, fotografía que, a diferencia de la anterior, lo que predomina es el color blanco de la caja de muerto y de la vestimenta de la familia.
La foto parece ser tomada en la sala de la casa donde se colocó una mesa cubierta con un mantel blanco y sobre esta pusieron el pequeño ataúd donde reposa un niño.
La caja de muerto está totalmente descubierta, lo que permite apreciar que los familiares colocaron en el interior retratos de algunas personas adultas junto al cuerpo del fallecido.
Del total de los 10 familiares que posan junto al fallecido, hay ocho mujeres, entre niñas, adolescentes y adultas, mientras que los dos varones son un señor y un adolescente.
Flores de nube, gladiolas, listones blancos y ceras complementan la escena, donde también se alcanza a mirar al fondo de la fotografía el estilo de la decoración de la vivienda.
Una tercera imagen es la que muestra la toma muy cercana al difunto. Se trata de una foto post mortem de un niño poblano que murió a la edad de dos años.
A diferencia de las fotos anteriores descritas, en esta imagen el difuntito no está en un ataúd, sino sentado en una silla de madera y pareciera que está tranquilamente dormido.
La imagen es en blanco y negro, luce un ropón blanco, un gorrito cubre su cabeza y un lienzo de tela blanca protege su cabeza del respaldo de la silla.
En el bazar de Los Sapos este tipo de fotografías se pueden encontrar a la venta en diferentes costos, incluso en la plataforma Mercado Libre también se pueden adquirir a cambio de 2 mil a 2 mil 500 pesos.