No hubo día en el que Esmeralda Gallardo dejara de buscar a su hija.

Dos momentos marcaron la vida de la mujer de 45 años de edad: la muerte de su esposo por Covid-19 y la desaparición de Betzabé Alvarado.

Desde el 13 de enero del 2021, cuando vio a su hija Esmeralda por última vez, no descansó. Estaba muerta en vida, decía.

No hubo día que no alzara la voz, que no les pidiera a las autoridades celeridad para localizar a su vida, como le decía a su hija.

Además, la mujer se tuvo que hacer cargo de su nieta, hija de Betzabé.

En redes sociales, Esmeralda compartía a diario fotos de la joven, de 22 años de edad, de quien hasta la fecha las autoridades no tienen pistas.

Con fotos y mensajes, la mujer recordaba desde hace más de un año que no descansaría hasta encontrar a su hija.

El colectivo Voz de Los Desaparecidos le extendió la mano y fue un bálsamo para seguir con su lucha.

El desgaste le fue cobrando factura, lo cual se iba reflejando en su rostro, pues cada vez lucía más triste.

Esmerada acudía a trabajar motivada por la esperanza de encontrar a Betzabé y para sacar adelante a su nieta y a su otro hijo.

La mujer se armó de valor y hace unos días señaló a un presunto narcomenudista como el responsable de la desaparición de su hija, sin saber que eso le costaría la vida.

Una fuente ministerial reveló que estaría vinculado a la célula delictiva de “El Caimán”, presunto líder criminal que opera en el Mercado de La Cuchilla.

La mañana de este martes 4 de octubre, como todos los días, Esmeralda salió de su casa ubicada en la Unidad Habitacional Villa Frontera de la capital de Puebla.

Mientras esperaba a un costado de la autopista México-Puebla que pasara el transporte de la empresa para la que trabajaba, dos sujetos le dispararon en diez ocasiones, de las cuales siete balas la impactaron.

La mujer perdió la vida de manera inmediata mientras los responsables escaparon a bordo de una motocicleta con dirección a la Ciudad de México, como lo documentó.

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