Antes de la pandemia, los docentes de nivel básico laboraban bajo un horario y un esquema establecido, pero a raíz de las clases en línea tuvieron que aprender a manejar nuevas herramientas digitales, hacer uso de recursos propios para ayudar a los estudiantes y trabajar sin horario para cumplir con sus labores.

Para la maestra Yanet Juárez, de la escuela secundaria técnica Francisco I. Madero, ubicada al norte de la ciudad de Puebla, el confinamiento alteró su vida personal y su rutina de trabajo. Ahora, dice, su jornada laboral es más agotadora, demandante y costosa.

Antes de que se decretara el cierre de escuelas, esta profesora iniciaba clases a las 7 de la mañana para estar ocho horas frente a grupos de segundo grado de secundaria, salvo que algún día tuviera que atender algún tema administrativo.

Hoy -relata- se conecta desde las 7:00 horas con el grupo, pero a veces tiene retrasos de hasta una hora porque no todos los alumnos acceden a su clase en el mismo horario, lo que le impide terminar sus clases a tiempo.

La docente reconoce lo estresante que es dar clases a distancia, ya que son muchas las distracciones que tienen los alumnos en sus casas, se llegan a aburrir muy rápido y pierden el interés por permanecer en clase, poniendo como pretexto fallas técnicas en la red o en el audio.

Para poder cumplir con su trabajo, Yanet Juárez tuvo que contratar un plan de servicio de internet más caro del que tenía, a fin de evitar contratiempos durante la conexión.

“Antes pagaba una mensualidad de 400 pesos en promedio y ahora pago 700 pesos, lo que significa un incremento del 75 por ciento”, comenta.

Además, tuvo que comprar un teléfono celular más actualizado, pues el que tenía era insuficiente para recibir las evidencias que sus alumnos envían todos los días, así como para mandar sus evaluaciones y planeaciones a los directivos, las cuales asegura que son indispensables para que los supervisores de zona puedan verificar que está trabajando.

Además, esta profesora comenta que de los 8 mil 500 pesos que gana, destina una parte para sacar copias y distribuirlas entre las madres de familia o alumnos que no tienen acceso a herramientas tecnológicas.

“Todas las deficiencias que hemos encontrado varios maestros las hemos hecho llegar a nuestros superiores, pero hasta ahora no tenemos otros apoyos”, dijo la mujer de 46 años que durante los fines de semana, junto con su hermana, ofrece gelatinas artísticas entre conocidos para poder obtener un ingreso extra.

De lunes a viernes prácticamente vive conectada a la computadora o equipo celular, pues los alumnos en cualquier momento, incluso hasta las 11 de la noche, le mandan fotos o realizan preguntas sobre las tareas encomendadas.

“Esta nueva modalidad de clases virtuales me demanda más tiempo para mis alumnos, y no me opongo porque me gusta enseñar, pero eso representa que también me aparte de mi familia. Mi mamá me ayuda mucho atendiendo a mis hijos, y en los pocos descansos que tengo superviso que hagan la tarea o realizamos otras actividades, pero prácticamente estoy todos los días frente a la computadora”, asegura.

Por ello, cuenta el tiempo y confía en que  el próximo ciclo escolar pueda retomar las clases presenciales.

En México, ya han comenzado a medirse los impactos de este nuevo tipo de enseñanza entre los docentes de distintos grados escolares.

En el estudio sobre “Las implicaciones del coronavirus en los procesos de enseñanza en la educación superior”, realizado por Luis Alejandro Gazca, académico de la Universidad Veracruzana, se señala que, en efecto, alrededor del 50 por ciento de los maestros ha reportado un incremento en sus gastos para poder cumplir con su labor.

Además, revela que algunos profesores han enfrentado otras situaciones relacionadas con el confinamiento, pues el 8 por ciento de los maestros que entrevistó para su estudio declaró que ha padecido violencia en sus hogares.

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