Las niñas que observan el fenómeno de desaparición de personas también se ven afectadas en su derecho a la libertad, a la familia, a la seguridad sexual y les provoca emociones como miedo, ansiedad y enojo; reveló el estudio “Perspectivas ante la Desaparición de Niñas, Niños, Adolescentes y Jóvenes en Puebla”.

Carlos Enrique Reyes Valentín, secretario ejecutivo de la Red de Infancia y la Adolescencia de Puebla A.C. (RIA), dio a conocer que se hizo un ejercicio muestra que refleja la percepción que hay en los infantes y jóvenes, día a día, al ver noticias de desaparición de sus iguales.

En entrevista con explicó que, en el caso del grupo focal, que contó con la participación de 14 mujeres, las jóvenes y adolescentes expresaron sentir un miedo generalizado para salir, a reunirse con sus amigos, a la recreación, al juego, a la educación.

“En este estudio las jóvenes nos decían que permanentemente piensan que las siguientes víctimas de desaparición serán ellas. Antes de salir de casa le tienen que decir a sus familiares como van vestidas o vestidos, para que en el momento hipotético de una desaparición puedan reconocerlos”, dijo.

 

Para las menores de edad, la manera de dar detalles a sus padres sobre su vestimenta y el lugar a donde acudirán es la manera de “facilitarles” la tarea de búsqueda en caso de ser víctima de desaparición.

Hay quienes mandan fotos de cómo están vestidos, cuando se mueven del sitio inicial envían su ubicación y vuelven a mandar imágenes del punto al que se movieron.

“Van generando protocolos de seguridad de manera individual porque se conciben que van a desaparecer, por eso ven vulnerados sus derechos”, comentó.

En el estudio se conoció que la primera emoción que sienten al conocer las noticias sobre desaparición de personas es el miedo y en segundo puesto la ansiedad.

“Una frase que nos impactó decía: nos tenemos que preparar psicológicamente por si desaparecemos, esa frase demuestra lo vulnerables que se sienten”, mencionó Reyes Valentín.

En tercer lugar, sienten enojo y frustración por la desaparición de sus pares, porque sienten que no pueden hacer nada para evitar que sigan desapareciendo.

Las emociones arriba señaladas también les provocan malestares físicos como dolor en sus estómagos, les cuesta trabajo respirar, sienten sus brazos y piernas pesadas, creen tener un nudo en su estómago y garganta.

Experimentan una presión en su corazón; les duele, suda, pica y hormiguean sus manos, perciben tener un peso muy grande en sus hombros y espalda, experimentan calambres y sienten dolor o presión en sus frentes y cabeza.

“Había una consigna de dibujar a una persona desaparecida, todas se dibujaron a sí mismas y hubo quienes prefirieron no hacer el dibujo porque psicológicamente les alteraba mucho, tan solo la idea de pensarlo”, compartió.

Las niñas que participaron en este grupo, en los dibujos, se reflejaron con vida, pero lastimadas físicamente o con los ojos vendados, la boca tapada, amarrada, a oscuras, con las manos sujetas y con rasgos de mucho terror.

La línea más fuerte y limitativa que algunas han decidido asumir, es la disminución de sus actividades diarias con la creación de rutas de movilidad específicas y en horarios establecidos, evitando las horas de la noche.

Una de las conclusiones es que las niñas, adolescentes y jóvenes en Puebla viven con un terror generalizado, lo que afecta a todos quienes están en su entorno.

De acuerdo con Sistema Único del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), de enero a agosto del presente año en Puebla se tiene un registro de 177 niñas, niños, adolescentes y jóvenes desaparecidos en el estado.

De los cuales 6 son niñas de 0 a 5 años, 8 son niñas de 6 a 12 años y 50 mujeres de 13 a 17 años.

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