Era cuestión de tiempo. Nadie debería sorprenderse y, sin embargo, somos muchos —me incluyo— los que estamos saboreando este reality show en tiempo real: Elon Musk contra Donald Trump; la dupla que conquistó Wall Street, Twitter y, de paso, el Despacho Oval, ahora se da con todo en prime time.

El conflicto estalló cuando Trump se molestó porque Musk impulsó al multimillonario Jared Isaacman para dirigir la NASA pese a haber donado mucho dinero a los demócratas. Pero fue en X donde se rompió el disfraz: Musk calificó de “abominación” el Big, Beautiful Bill (BBB) que el Senado votará en estos días —la Cámara de Representantes ya lo aprobó— e instó a sus 220 millones de seguidores a presionar a los senadores para echarlo abajo. El BBB, alega, disparará el déficit y, para colmo, borra los incentivos fiscales a la compra de vehículos eléctricos sobre los que ha construido Tesla. Para Trump, el BBB representa la columna vertebral de su gobierno. De su aprobación depende que le cumpla a sus seguidores sus principales promesas de campaña.

El hecho es que lo que empezó como diferencias presupuestales escaló a vendetta personal. Trump, desencajado, contraatacó: “Lo de Elon se agotó; le pedí que dejara sus atribuciones de adelgazar el gobierno. ¡Se volvió LOCO!”. Musk respondió acusándolo de estar en los archivos del depredadorf sexual, Jeffrey Epstein; pidió revocar la presidencia a la que —presumió— nunca habría llegado sin su ayuda y, para rematar, vaticinó recesión por los aranceles trumpistas.

La popularidad no es el fuerte de ninguno, pero los números hablan: el índice fav/unfav de Musk es –13.8; el de Trump, –3.7, según Nate Silver. Es decir, Trump es “menos impopular”. Y Musk arriesga más: un reporte de la congresista Elizabeth Warren estima que, en 130 días de trumpismo, regulaciones a modo y contratos para Tesla, Neuralink, X y SpaceX hicieron crecer su fortuna en más de cien mil millones de dólares. Trump ya amagó con cerrar la llave si el pleito sigue.

Herido, Musk coquetea con fundar un nuevo partido. Eso fracturaría la base MAGA justo cuando muchos simpatizantes constatan que la “era dorada” sólo ha beneficiado a los amigos billonarios del presidente, mientras al estadounidense promedio le suben los precios y le bajan los empleos. Para Trump, el dinero que Musk meta —o saque— en las intermedias y el uso que dé a X son amenazas reales.

Cada uno sostiene la dinamita cerca de su pólvora. Si fueran racionales —virtud escasa en ambos— enfriarían el conflicto y volverían a una relación meramente transaccional: tú lanzas cohetes, yo te otorgo contratos. Musk ya borró varios tuits y se alineó con Trump en los disturbios de Los Ángeles; mientras tanto, en la Casa Blanca abundan halcones —secretario del Tesoro, de Estado, Stephen Miller, Steve Bannon— que no quieren ver a Musk de regreso en el círculo íntimo de Trump.

La guerra de titanes involucra mucho poder y mucho dinero. Los dos tienen capital de sobra, pero cuando de calmar los ánimos se trata, a ambos les gana usar sus redes sociales como un arma letal. La lucha de titanes seguramente ha dejado muy sonrientes a líderes que se benefician de un Estados Unidos cada vez más caótico como Xi Jinping y Vladimir Putin.

@AnaPOrdorica

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