Hacia las 7:20 am de un día de clases, en donde se manifestaba notoriamente el cansancio de los estudiantes presentes en el aula; a la par que intentaba con todas mis fuerzas dar ánimos sobre poner el esfuerzo “plus” de finales de semestre; saltó la voz de uno de ellos, entre la frustración y el desencanto: ¿Qué podemos hacer?, ¡ya no soportamos!, ¡dejan tareas y proyectos a destajo! (se hizo una pausa), ¿Quién cree que eso es excelencia? ¿Esto es ser un buen profesionista?
Me quedé en silencio escuchando atentamente y fijando toda mi atención a cada uno de los estudiantes que se iba uniendo a esta expresión de manera verbal y de manera expresiva.
Este tema me trajo a colación el investigar un poco sobre el desempeño académico, la carga de trabajo y la producción de un estrés “inmanejable”. Cuando el estrés se vuelve crónico, entonces representa una enfermedad que imposibilita. Tomé como uno de mis referentes la investigación realizada por Castañeda y González en el Tecnológico Nacional de Celaya, realizada en este año sobre: “El impacto del estrés en el desempeño académico en estudiantes universitarios”, con la intención de reflexionar sobre las incidencias y causales, creencias docentes y académicas sobre lo que es la excelencia y el profesionalismo en el desempeño de las distintas disciplinas durante la estancia universitaria. En dos estudios relacionados se encontraron altos índices de estrés y ansiedad provocadas por distintas causas, entre ellas, las exigencias académicas, que, al combinarse con situaciones personales, familiares y sociales, resultan en detrimento de la salud mental y falta de resiliencia de los estudiantes.
Lo más importante es destacar que el estrés es manejable en los estudiantes siempre y cuando haya estrategias adecuadas y recursos de apoyo, en primer lugar, haciendo todo por reconocer los primeros signos que presenta para tomar medidas proactivas, lo cual permite la prevención. Otro aspecto clave, será tener procesos comunicativos previos entre las academias sobre lo que significa desempeñarse adecuadamente en una disciplina, las diferencias entre los talentos y competencias propias de los estudiantes, para lograr trabajos y proyectos colegiados, así como las medidas de tutoría y acompañamiento a los estudiantes.
En otra mirada hacia la investigación, Toribio y Franco (2016), en el artículo titulado: “Estrés académico: el enemigo silencioso del estudiante”, con estudiantes de enfermería dejan claro que los estresores más afectantes en esta población son: los exámenes, la sobrecarga académica, el corto periodo de entrega de estas y la personalidad/carácter del profesor.
Lo anterior da la pauta a considerar sobre todo aspectos que en cualquier ámbito nos demandan una atención especial. A partir de estas dimensiones es que puede ser muy clara la dirección que se debe tomar para reconsiderar nuestros paradigmas educativos, en donde sigue prevaleciendo un discurso que enuncia que tener profesionalismo va directamente relacionado con una carga excesiva de tareas, derivadas de lo que cada docente considera que es lo adecuado para su asignatura, y en donde en sumadas ocasiones se carece de llevar a cabo acuerdos previos para desarrollar proyectos en común que permitan trabajar a profundidad en una investigación, una propuesta o en prácticas que sumen a la naturaleza de la profesión o de sus ejes curriculares con calidad.
Por otro lado, y no menos importante es la personalidad/ carácter del profesor, en donde siguen coexistiendo un sinnúmero de paradigmas que no permiten que se dé un trato asertivo y dialógico con los estudiantes; por un lado, la supuesta libertad de cátedra que se entiende de diversas formas, en donde el docente ejerce con su muy particular forma de ser, y se corre el riesgo de traducir esto a: ¡Así soy!, al no haber definido en absoluto que significa en realidad. También esto incluye la falta de profesionalización formal docente; acotando que sí se hacen muchos esfuerzos tanto a nivel público como privado, pero que en realidad se carece de poder abarcar el total o un porcentaje alto de capacitación, en este caso, para abordar paradigmas de colaboración, de solidaridad y de crecimiento mutuo que abonen al aprovechamiento de los talentos en el alumnado; contario a ello, sigue defendiéndose en muchos espacios, a docentes dictatoriales, cualificados más por su expertise que por su trato humano y buena comunicación.
Este texto, está dedicado a miles de alumnos universitarios que han pasado por la “lazada” del estrés académico y que han expresado en determinado momento estar exhaustos e incluso tristes por esta situación, llevándolos a este cuestionamiento: ¿Por qué piensan mis profesores, que esto me lleva a ser excelente?; aclaro, dicho esto por estudiantes que se destacan por su compromiso y amor a su carrera.

