Catedráticos Ibero Puebla

El cuidado: un derecho humano que nos sostiene a todos 

Escrito por: Leopoldo Díaz Mortera, Coordinador Académico Prepa IBERO Puebla 

07/10/2025 |13:10
El Universal Puebla
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El pasado 1 de octubre, la Universidad Iberoamericana Puebla abrió sus puertas a una conversación urgente y necesaria, el cuidado como derecho humano, en la conferencia “El derecho al cuidado y su relación con otros derechos: ¿qué?, ¿cómo?, ¿quiénes?”, el Dr. José Luis Caballero Ochoa, presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, compartió una interesante reflexión sobre los avances y resultados derivados de la solicitud de Opinión Consultiva presentada por la República de Argentina ante la Corte IDH sobre el alcance de este derecho fundamental (Corte IDH, 2025). Su intervención dejó en claro que no se trata de un tema periférico, sino del corazón mismo de la dignidad humana.

El cuidado es el hilo invisible que sostiene la vida. Nos atraviesa a todos, aunque a veces parece que sólo los niños, ancianos y las personas con enfermedades o discapacidad requieren cuidados, pero en realidad, la vida en todas sus etapas también lo necesita, quienes transitan por momentos de vulnerabilidad psíquica o emocional y no solo física ponen en evidencia que cuidar, ser cuidado y aprender a cuidarse a sí mismo no son actos accesorios; son derechos inalienables. Reconocerlos implica aceptar que la vida humana es, en esencia, frágil e interdependiente.

Durante décadas, los movimientos feministas han levantado la voz para señalar que el cuidado ha sido injustamente depositado sobre los hombros de las mujeres, como si fuera un mandato natural, han exigido que este trabajo, casi siempre invisible o invisibilizado y no remunerado, sea valorado, compartido y dignificado. Gracias a estas luchas, hoy es posible hablar del cuidado que, más allá del carácter íntimo o privado, es un compromiso público, un bien común y un derecho que debe garantizarse con igualdad y sin discriminación.

Sin embargo, la deuda del Estado persiste para garantizar que el reparto de la vulnerabilidad, inherente a nuestra naturaleza, no sea distribuido de forma desigualdad e injusta sobre unos cuerpos y territorios sacrificables. ¿Qué significa, en la práctica, asegurar este derecho? Significa reconocer que una persona mayor merece apoyo digno y cercano en su vejez; que un niño no sólo requiere alimento, sino afecto y acompañamiento; que una persona enferma tiene derecho a ser cuidada sin que ello implique sobrecargar a una sola familia, especialmente las mujeres; que quienes viven con alguna discapacidad o condición necesitan entornos que promuevan autonomía y solidaridad; significa, también, extender este cuidado a otras especies y a la naturaleza, reconocernos parte de ella y que quienes cuidan —sean profesionales, familiares o voluntarios—, requieren protección, descanso y reconocimiento, es decir que los cuidadores también reciban la deferencia del cuidado.

El cuidado, como subrayó el Dr. Caballero, se relaciona con todos los demás derechos: el derecho a la salud, al trabajo, a la educación, a la igualdad. Sin cuidado, ninguno de estos puede sostenerse. De ahí la importancia de que las instituciones internacionales lo reconozcan y de que los Estados legislen y actúen para garantizarlo.

Pero más allá de lo jurídico, el cuidado es también un gesto profundamente humano. Es tender una mano, escuchar, preparar los alimentos, cambiar una venda, abrazar, consolar en la tristeza, acompañar en las dificultades. Es asumir que nuestra vulnerabilidad no es un defecto, sino que nos recuerda que necesitamos de los otros para vivir plenamente porque nuestra realización como personas está en las sociedades y ecosistemas a los que pertenecemos.

El reto es doble: transformar la cultura que invisibiliza el cuidado y construir sistemas que lo aseguren con justicia, ambos requieren la revisión y el cambio estructural de nuestras instituciones, no solo del compromiso individual de las personas. Hablar del derecho al cuidado es hablar de sociedades más justas y humanas, donde la solidaridad deje de ser un acto excepcional para convertirse en parte estructural que permee y reconfigure nuestras maneras de estar en el mundo y relacionarnos con todo lo que hay en él.

En un mundo que muchas veces privilegia la productividad y la competencia, recordar que tenemos derecho a cuidar, a ser cuidados y al autocuidado es una forma de resistencia. Es un llamado a imaginar un futuro donde ninguna vida sea descartada, donde la fragilidad sea motivo de compasión e invite a que cada uno explore su humanidad y el potencial que tiene para cuidar, pues es ahí donde puede realizar su ser más auténtico, en el servicio a los demás, especialmente los marginados, los excluidos, los empobrecidos y los despojados. El cuidado es un derecho que nos da la posibilidad de encuentro, con nosotros mismos y con los otros, parafraseando a la periodista mexicana Daniela Rea, si estamos aquí, vivos, es gracias a que alguien ha cuidado de nosotros. El cuidado no es sólo una práctica, es un derecho, una ética y una promesa. Defenderlo es defender la vida misma.