En México, a partir de 1917 se decreta la fecha del quince de mayo como el día del maestro, y la intención de este decreto consistía en rendir homenaje y gratitud a las maestras y maestros a partir de esa época.
Nuestro país no es el único que celebra a los maestros, varios países lo hacen en diversas fechas, e incluso, existe el día mundial de los docentes establecido por la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) el 5 de octubre, fecha en la cual más bien se firmaba una serie de recomendaciones sobre la protección de derechos y responsabilidades del magisterio.
Sea cual sea el espíritu que estaba atrás de marcar una fecha, parece que existe un consenso en celebrar y reconocer a los maestros, docentes y profesores por su labor.
Si se busca el significado y las raíces de la palabra maestro, podemos encontrar que tiene su origen latino en “magister”, que significa “el que más sabe” “el que guía”, y entonces era considerado también como el que era capaz de transmitir su conocimiento. Ahora, muchas veces se relaciona con quien acompaña a niñas y niños en sus primeros años en la escuela.
Por otro lado, la palabra profesor, viene de la raíz latina “profiteri” que hace referencia a “confesar” o “declarar públicamente” o la disposición a hablar en público, y entonces se puede relacionar actualmente con niveles educativos superiores (secundaria, preparatoria y universidad).
Por su parte, docente se deriva del latín “docens” que significa “enseñar”, “el que enseña” o “instruye”, por lo que en nuestros días, más bien se relaciona con cualquier persona que enseña, sin importar el nivel educativo.
Tomando en cuenta estas definiciones, la celebración del 15 de mayo, no tendría que ser solo por saber más o guiar (ser maestro), ni por hablar bien en público o públicamente (ser profesor), o por enseñar (ser docente), sino que debería homenajear al auténtico educador o educadora, ya que, quien educa (hablando desde una perspectiva formal en las escuelas e instituciones), no se dedica a simplemente transmitir conocimientos, sino que, si revisamos lo que llega a suceder en las aulas, es una verdadera contribución a la formación y crecimiento de seres humanos que pasan buena parte de sus días en los salones de clase.
Esta fecha tiene que ser por la gratitud, reconocimiento y honor para las y los educadores que invierten su tiempo en planear sus clases, evaluar y retroalimentar a sus estudiantes, buscando la mejor manera para que Carlos, María, Juan, Lupita, etc., aprendan mejor.
Es para las y los educadores que se esfuerzan por llamar a los estudiantes por su nombre, conocerlos y por saber quiénes son, cómo están, cuáles son sus intereses y sus gustos, así como cuáles son sus dificultades y obstáculos.
Es para las y los educadores que además de dictar una clase, acompañan a sus estudiantes para que ellos mismos descubran las respuestas, identifiquen sus talentos, resuelvan sus problemas y tomen sus decisiones.
Es para las y los educadores que toman un tiempo extra para identificar, dialogar y canalizar a quien está triste, a quien sufre de violencia, a quien quizá tiene un problema de aprendizaje, a quien se siente solo, a quien no tiene un referente de un adulto en casa, o a quien solo necesita ser escuchado.
Es para las y los educadores que no se asustan con los celulares, las redes sociales y la inteligencia artificial, sino que los toman como desafío, reto o recurso que pudiera impulsar el aprendizaje.
Es para las y los educadores que ven caricaturas, que abren su cuenta en TikTok, que intentan escuchar al artista de moda o que ven la última serie que está en tendencia, solo para comprender mejor a sus estudiantes.
Es para las y los educadores que luchan contra la apatía, que no sucumben ante la agresión de algunos estudiantes y familias, que alzan su voz por sus derechos, que aprenden de sus errores y que también se actualizan para responder mejor a los desafíos de la actualidad.
Es para las y los educadores novatos y veteranos, que comparten desinteresadamente con sus compañeros técnicas, recursos y estrategias desde su frescura, experiencia y sabiduría.
Es para las y los educadores que a pesar de la realidad y los problemas que aquejan a nuestra sociedad, siguen creyendo y apostando en la educación, porque están convencidos de que el acto educativo puede transformar vidas y mejorar esa realidad.
A todas y todos aquellos educadores: ¡Muchas gracias!