En México, la edad promedio de quienes toman decisiones en el Congreso es considerablemente mayor que la edad promedio de la población. Según el último censo del INEGI, la edad mediana en México es de apenas 29 años; es decir, aproximadamente la mitad de la población tiene menos de esa edad. ¿Y cuál es la edad mediana en la actual Cámara de Diputados? 50 años. Esta diferencia significativa refleja no solamente una probable desconexión generacional sino una distancia de prioridades, lenguajes, herramientas y formas de entender el mundo. La brecha no es trivial. Problemáticas como el cambio climático, el acceso a vivienda digna, la salud mental, o la seguridad digital rara vez se discuten en el Congreso desde la experiencia concreta de las juventudes.

Durante décadas, se ha perpetuado el mito de la juventud mexicana como un grupo apático, desinteresado, incluso incapaz de involucrarse con los asuntos públicos. Este mito, sin embargo, se está quedando sin validez. En las elecciones más recientes, la participación histórica de personas de 18 años demostró que existe una nueva generación no solo dispuesta a votar, sino a comprometerse activamente con los problemas del país. No se trata de una juventud indiferente, sino de una que busca espacios donde su voz y su perspectiva sean tomadas en serio. Las instituciones educativas tienen un papel fundamental en abrir y consolidar esos espacios.

Las y los docentes del Tecnológico de Monterrey hemos asumido este reto a través del nuevo modelo educativo TEC21, en el que la aplicación práctica de los conocimientos adquiridos en el aula se vuelve el núcleo de la experiencia formativa. En nuestro modelo, aprender implica también aplicar conceptos teóricos para la resolución de problemas complejos. Queremos que el aula sea un espacio de pensamiento crítico, pero también de acción. Por eso, impulsamos que nuestras y nuestros estudiantes trabajen con problemas reales, construyan soluciones viables y se vinculen con actores sociales y gubernamentales desde sus primeros semestres.

Estamos plenamente convencidos que es desde la juventud donde se deberían empezar a diagnosticar los problemas públicos de nuestras comunidades y además plantear soluciones con las herramientas tecnológicas más modernas. Las juventudes ofrecen una mirada menos cínica, más creativa y, en muchos casos, menos sesgada por intereses partidistas. Si les damos las herramientas, datos, marcos normativos y lenguajes técnicos, su capacidad de análisis y de propuesta puede ser sorprendente.

Por ello, desde la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla, hemos creado un espacio para canalizar esa energía en proyectos concretos: el Tec Innovaction Lab. Un concurso dirigido a estudiantes de nivel medio superior y superior con alto desempeño académico, con interés en convertirse en agentes de cambio a través del diseño de intervenciones públicas centradas en su entorno y en su experiencia personal.

Este ejercicio cumple con dos propósitos: evidentemente el pedagógico, pero también el cívico. Formar ciudadanos implica formar personas críticas capaces de identificar un problema público, diseñar soluciones y construir alianzas para hacerlas posible. En un país donde la innovación pública a menudo se percibe como un proceso tecnocrático o burocrático alejado de la persona promedio, necesitamos considerar que las ideas más valiosas pueden provenir de quienes viven los problemas con mayor intensidad. Y esas personas, muchas veces, son jóvenes.

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