En el mundo empresarial, competir es fácil. Crear es lo difícil. Por ello, solo los que crean sobreviven.
Cada día, miles de empresas pelean por el mismo cliente, bajan precios, mejoran productos y desgastan a sus equipos en batallas que no llevan a ningún lado. Es la guerra del océano rojo: un mercado saturado, donde la competencia es brutal y las ganancias, cada vez más reducidas.
Pero hay otra forma de jugar. Mejor dicho: otra forma de ganar. Es la estrategia del océano azul. Popularizada por W. Chan Kim y Renée Mauborgne, esta estrategia propone algo radical: dejar de competir y empezar a innovar. Crear nuevos espacios de mercado, donde la competencia es irrelevante. Donde tú marcas las reglas del juego.
Empresas como Cirque du Soleil lo entendieron. No mejoraron el circo: lo reinventaron. Lo mezclaron con música, danza, teatro... y crearon una experiencia que nadie más ofrecía. Uber no compitió con los taxis, se inventó una industria nueva basada en tecnología y economía colaborativa. Eso es pensar en azul.
Puebla tiene todos los ingredientes para navegar océanos azules: talento, historia, cultura, creatividad, espíritu emprendedor. Lo que hace falta es cambiar el enfoque. Dejar de ver lo que ya existe… y empezar a imaginar lo que podría existir.
Hay oportunidades en sectores tradicionales (turismo, gastronomía, agricultura), pero con modelos disruptivos. ¿Y si combinamos herencia cultural con inteligencia artificial? ¿Y si repensamos la movilidad desde una lógica indígena y sustentable? ¿Y si el próximo unicornio mexicano no está en Silicon Valley… sino en Tehuacán?
Empresas como Dyson y Warby Parker lo hicieron: reinventaron mercados aburridos como las aspiradoras y los lentes. No compitieron, crearon.
La pregunta no es si se puede. La pregunta es si tú te atreves.
Porque el futuro no pertenece a los que pelean por sobrevivir, sino a los que se atreven a crear algo nuevo.
Entonces, ¿quieres ser relevante? Deja de nadar con tiburones y empieza a construir tu propio océano azul.