La solidaridad y la ayuda mutua han sido fundamentales para la evolución de las civilizaciones. Desde tiempos ancestrales, el cuidado del otro ha marcado la diferencia entre la supervivencia y el progreso social. En un mundo complejo como el actual, es urgente despertar la conciencia social y encender la chispa de la transformación desde edades tempranas, sembrando interés en cada individuo para lograr cambios sostenibles a través de pequeños esfuerzos colectivos.

Hace algunos años, junto a colegas y amigas, llevamos a cabo un proyecto comunitario con una comunidad artesanal tejedora de palma. Visitamos la comunidad, identificamos a sus líderes y llevamos estudiantes para trabajar juntos con un plan claro. Sin embargo, durante la ejecución surgió algo inesperado: la conexión humana. La gratitud, el cuidado y la apertura se manifestaron espontáneamente. Los estudiantes disfrutaron tanto su estancia que se formaron lazos que impulsaron su trabajo. La confianza creció y la familiaridad reemplazó la distancia entre “extraños”. El resultado no fue solo un entregable académico, sino una experiencia de atención, amor y amistad.

Esta vivencia me enseñó que la transformación social va más allá de sumar esfuerzos o tener buenos planes; requiere creer en nuestra capacidad para generar cambios reales y permitirnos conectar con el otro. Actos pequeños pueden desencadenar impactos positivos que, uno tras otro, generan transformaciones profundas.

Diversos estudios indican que el voluntariado y el servicio social mejoran la salud mental, las habilidades sociales, la empatía y el sentido de pertenencia (Haski-Leventhal, 2018; WHO, 2021). Además, estas experiencias fortalecen competencias clave para la vida profesional y ciudadana, sumando significativamente al desarrollo personal.

Las acciones sociales se fundamentan en valores como la solidaridad, la justicia social y la equidad, que son la base para construir comunidades justas y cohesionadas. Por eso, es vital darles la relevancia que merecen. No esperemos héroes legendarios, sino ciudadanos sensibles y conscientes, con los pies en la tierra y el corazón despierto, dispuestos a involucrarse, cuestionar y proponer nuevas formas de convivencia.

Y ante ello, ¿qué impulsa a alguien a actuar? ¿Cómo guiamos a estudiantes y egresados para que sean agentes de cambio? No existe una fórmula mágica ni garantías. Sin embargo, esta incertidumbre debe motivarnos. El cambio comienza con una decisión, un gesto, una convicción que, repetidos en el tiempo, se vuelven hábito y forma de vida.

Desde esta visión, el Tecnológico de Monterrey promueve un modelo integral de Servicio Social que va más allá del cumplimiento académico: busca ser una experiencia transformadora. En el modelo de Servicio Social contamos con la Semana Tec de Inducción al Servicio Social, donde el estudiantado se sensibiliza y enfrenta por primera vez problemáticas sociales reales; la Semana Tec de Sentido Humano, que capacita en compromiso ético y ciudadanía, alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS 2, 10 y 13); los Bloques con Sentido Humano, que permiten aplicar conocimientos disciplinares para abordar problemáticas sociales concretas; las Inmersiones Sociales, donde se prueban prototipos funcionales en contextos reales con grupos prioritarios; y los Proyectos Solidarios, donde los estudiantes colaboran con organizaciones para atender necesidades desde una perspectiva ética y ciudadana.

Todo esto ocurre en alianza con Socios Formadores (fundaciones, organizaciones del tercer sector, gobiernos y otros actores comprometidos con el bien común), quienes ofrecen contextos reales para una contribución auténtica.

Aspiramos a que hacer el bien no sea una obligación, sino una expresión genuina de lo que somos. Ayudemos no por deber, sino por convicción, porque creemos que podemos generar impacto.

Por eso, te invito a reflexionar: ¿cómo puedes contribuir desde tu lugar? Mira más allá de tu entorno inmediato, sal del “yo”, del “solo mi contexto”. Acércate con curiosidad y respeto, conoce al otro y sus circunstancias. Al hacerlo, también te descubrirás a ti mismo y verás que tienes mucho que ofrecer.

Vivimos tiempos difíciles, cada uno enfrenta sus propias batallas. Pero ¿y si al ayudar a otros encontramos la fuerza para atravesar nuestras propias tormentas?

Conectemos con nuestro corazón y, desde ahí, construyamos juntos un mundo mejor.

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