En México, más de la mitad de las viviendas nuevas son resultado de la autoconstrucción, una práctica profundamente arraigada en la cultura popular. Familias que, ante la falta de acceso a créditos o desarrollos inmobiliarios formales, optan por levantar sus casas con esfuerzo propio. Sin embargo, esta solución muchas veces conlleva riesgos estructurales, diseños mal logrados, deficiencias térmicas y falta de asesoría técnica. Ante este panorama, la inteligencia artificial (IA) emerge como una herramienta que puede transformar las propuestas diseñadas por especialistas, adaptándolas a las diferentes regiones del país.

Aplicar IA a la autoconstrucción no significa reemplazar el ingenio de las familias mexicanas, ni el trabajo de un arquitecto, sino potenciarlo. Mediante herramientas como las alucinaciones de máquina —que permiten generar diseños arquitectónicos adaptados al contexto cultural y material local— y simulaciones de confort térmico, es posible personalizar una vivienda según su zona climática y garantizar que sea habitable, eficiente y conforme a la normativa nacional. La norma NMX-C-7730-ONNCCE-2018, por ejemplo, establece criterios sobre confort térmico, pero rara vez se considera en procesos informales de construcción, e incluso es omitida en procesos formales.

Uno de los aciertos de programas como Decide y Construye es reconocer esta realidad y proveer plataformas que orientan a los autoconstructores al ofrecer proyectos gratuitos realizados por especialistas. Pero aún hay un largo camino por recorrer. Muchos de los diseños disponibles, aunque bien intencionados, no responden plenamente a las condiciones climáticas ni a los requerimientos técnicos de cada región. La IA, en conjunto con especialistas, puede cerrar esta brecha al ofrecer simulaciones personalizadas según ubicación, materiales disponibles y hábitos de uso.

Además, la IA no solo aporta eficiencia, también amplía las posibilidades creativas cuando es dirigida por un arquitecto. Las alucinaciones de máquina permiten explorar acabados, estilos y distribuciones espaciales que reflejan los gustos y tradiciones de cada comunidad. Así, a una misma propuesta arquitectónica se le pueden generar distintos acabados previamente autorizados por un especialista. Esto democratiza el acceso al diseño, siempre y cuando esté acompañado de una guía profesional que traduzca los resultados de la IA en decisiones viables y sostenibles. Es fundamental subrayar que la IA no sustituye el conocimiento técnico; lo amplifica. Su uso requiere del criterio y la formación de profesionales capaces de garantizar la seguridad estructural, la funcionalidad del espacio y el cumplimiento normativo.

En este sentido, la IA se convierte en un puente entre tecnología avanzada y necesidades reales. Su valor radica en ofrecer un abanico de posibilidades que, interpretadas por expertos, pueden derivar en soluciones habitacionales más adecuadas, humanas y adaptadas al contexto regional. La arquitectura generativa, al servicio del bienestar colectivo, puede convertirse en un motor de transformación en contextos de vulnerabilidad.

Para lograrlo, es indispensable que estas tecnologías sean accesibles y conocidas por más especialistas. No basta con que existan simuladores o generadores de diseño; deben integrarse en plataformas públicas fáciles de usar, respaldadas por políticas que fomenten la capacitación de profesionistas locales y la colaboración entre academia, gobierno y comunidades. Solo así la innovación dejará de ser un privilegio para convertirse en una herramienta de justicia social.

La vivienda es un derecho, no un lujo. Y la tecnología, bien utilizada, puede ser el vehículo para garantizarlo. La autoconstrucción no desaparecerá; seguirá siendo una solución válida en un país con profundas desigualdades. La IA no construye casas, pero puede ayudar a construir futuros más dignos, sostenibles y justos, siempre que esté al servicio de las personas y acompañada del conocimiento profesional que asegure su correcta aplicación.

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