Catedráticos UDLAP

Lenguas con voz, pero sin oído: los ecos desiguales del bilingüismo

Escrito por: Dra. Carolina Urizar Ocampo, Profesora de tiempo completo del Departamento de Lenguas

18/07/2025 |12:39
El Universal Puebla
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Hay un consenso, al menos percibido, de la importancia y el prestigio de hablar dos o más lenguas. El bilingüismo es una habilidad asociada, comúnmente, con el intelecto de una persona: entre más “extravagante” o “difícil” la lengua, más culto e inteligente el hablante. No es lo mismo hablar inglés como segunda lengua, que hablar ruso o japonés. Y es que las lenguas no pueden deshacerse de la representación social que conllevan, ni de los estereotipos (buenos y malos) de sus hablantes nativos.

El hablante bilingüe es considerado una suerte de rareza, aunque en realidad, se calcula que alrededor del 43% de la población mundial es bilingüe, esto es, unos 3 mil millones de personas; algunos medios reportan más de la mitad de la población: 6 de cada 10 personas. No obstante, el bilingüismo no se percibe ni se valora de la misma manera socialmente. Una búsqueda rápida y superficial en internet deja entrever que el único bilingüismo “valioso” es aquel que involucra una lengua dominante o de prestigio (como el español, el francés o el chino) y el inglés, la lengua franca por excelencia en lo que va de este siglo.

Los lingüistas y otros especialistas del lenguaje (como los psicólogos experimentales o los científicos cognitivos) se han preocupado por difundir que hablar más de una lengua, cualquiera que sea, es relevante no sólo para la comunicación, sino para la cohesión social y el crecimiento económico, e incluso, da una serie de ventajas y beneficios cognitivos para el cerebro a largo plazo. Aun así, la dimensión utilitaria de las lenguas, sumada a los estereotipos sociolingüísticos, ha contribuido a invisibilizar el bilingüismo de los hablantes de comunidades indígenas de nuestro país (81% de la población indígena, de acuerdo con investigaciones de la revista Lingüística Mexicana). Aquí debemos preguntarnos si esa imagen del hablante bilingüe culto e inteligente se mantiene tanto para un bilingüe inglés-francés, como para un hablante de español-otomí.

En lingüística, distinguimos dos situaciones de bilingüismo: la aditiva y la sustractiva. En el primer caso, la lengua materna del hablante no está en peligro de ser remplazada por la segunda porque ambas son dominantes, mientras que, en el segundo, es muy probable que la segunda lengua (la de prestigio) desplace o deteriore a la materna. En el bilingüismo aditivo, las lenguas del hablante se relacionan, invariablemente, con el éxito, la movilidad internacional y la riqueza, pero en el sustractivo, la lengua materna suele ser asociada con la marginación, el atraso y la pobreza. Esta doble vara nos impone una definición ineludible del bilingüismo: su valor y reconocimiento no dependen sólo de la habilidad de hablar dos o más lenguas, sino de cuáles lenguas se hablan y quién las habla. Discutir abiertamente esta realidad no implica romantizar el bilingüismo indígena de México y linchar el uso de las lenguas de prestigio, más bien, se trata de construir una visión más completa e incluyente de esta habilidad, una vez más, no sólo para comunicar en dos códigos diferentes, sino para conectar mundos, resistir el olvido y manifestar las múltiples identidades que nos forman como seres sociales.