La Inteligencia artificial en la escritura se ha vuelto un dolor de cabeza en las instituciones de nivel superior. Desde que ChatGPT se estrenó en la escena mundial, aproximadamente 9 de cada 10 estudiantes han utilizado herramientas de IA para hacer sus tareas (Infobae). Según Pew Research Center, aproximadamente una cuarta parte de los adolescentes en los Estados Unidos han usado ChatGPT para tareas escolares entre 2022 y 2023. La desventaja más notoria es la relacionada con la honestidad académica, pues los estudiantes realmente no calculan lo que implica el hecho de no ser autores de sus propios trabajos y recibir una calificación por ello. Si antes el plagio era un problema, ahora la IA ha puesto el foco en otro lugar: en la falta de reconocimiento entre lo correcto y lo incorrecto.

Tampoco es nueva la preocupación relacionada al cambio en la estructura cerebral que la tecnología está teniendo en nuestros jóvenes y niños: falta de concentración, percepción distorsionada de la realidad, así como una falta de resiliencia ante la frustración. Según un estudio de Cornell University, “Your Brain on ChatGPT […]” observó que los estudiantes que utilizan asistencia para escribir sus ensayos tienen una menor conectividad cerebral y baja memoria, entre otros aspectos negativos.

Si bien en la actualidad hay herramientas que ayudan a detectar el plagio, como Turnitin, es preciso saber que no son infalibles. Los algoritmos no siempre detectan los casos de plagio. La sofisticación de las Inteligencias Artificiales Generativas (IAGen) ha llegado a tal punto que, incluso, pueden entrenarse para que escriba de cierta manera o parafrasear trabajos de otros a la medida del usuario.

Desde mi práctica docente me he percatado de que el mal uso de las IA va relacionado con algunos factores que no siempre son académicos. Un aspecto importante es el cultural, pues se tiende a dar por sentado que, si alguien sabe escribir, puede ser capaz de realizar absolutamente cualquier texto, desde un poema, reportes, ensayos y artículos, lo cuál es un mito difícil de desarticular. Escribir es como cualquier habilidad: si la practicas se fortalece, si no, se atrofia.

Por otro lado, es interesante ver cómo hay mucho temor alrededor de la escritura en la universidad: jóvenes que temen escribir por temor a que se revelen sus deficiencias, que van desde la ortografía, la puntuación y acentuación y hasta la coherencia, el poco conocimiento para investigar y el nulo conocimiento para referir fuentes de consulta. No obstante, en el aula hago énfasis de la importancia de ser honestos consigo mismos: perfeccionar una habilidad no es fácil, requiere tiempo, trabajo y constancia. Escribir requiere también la corrección y no hay nada de malo en ello. El texto perfecto no existe.

En el Centro para el Aprendizaje de la Escritura Académica y el Pensamiento Crítico de la UDLAP buscamos abrir un espacio para dialogar todos aquellos aspectos que, si no se trabajan, pueden motivar a las prácticas deshonestas. En un mundo en donde el tiempo es un factor, buscamos repensar la finalidad de cada ensayo, de cada artículo. Si ChatGPT fue pensado como un modelo que imita la conversación es precisamente porque hablar es lo más estimulante para generar las ideas. En estos espacios buscamos que los jóvenes descubran, a través del lenguaje, la compañía, la confianza, las herramientas necesarias para escribir desde su capacidad investigativa, su poder de deducción e inferencia, así como su imaginación. No nos equivoquemos: el lenguaje oral y escrito son ya, en sí mismos, la tecnología más valiosa que cualquier ser humano pueda poseer.

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