Primera: No perdimos, perdió Morena. 
Hay varias versiones sobre lo que ocurrió en las elecciones del domingo, por ejemplo, los opositores intentan vender a la opinión pública, casi a fuerzas y con calzador, una especie de “empate” o, ya exagerando, hasta una derrota para el oficialismo debido a que Morena quedó muy lejos de ganar las seis de seis gubernaturas que había prometido. 
En Morena, en cambio, están contentos, Mario Delgado tildó los resultados como un triunfo para el lopezobradorismo y tiene razón: entre Morena y aliados, hoy el presidente tiene en la bolsa prácticamente a 22 estados leales a su figura que gobernarán casi el 60% del país. Por lo demás, las declaraciones, argumentos e hipótesis de la oposición, solo provocan risas. 

Segunda: Ganaron, pero perderán en 2024. 
La oposición de hoy está cooptada por intereses de sus dueños y por una visión de la vieja guardia que considera las reglas del juego de hace una década aún vigentes, muy poco les importan la narrativa, la credibilidad o la realidad del país, ellos solo tienen ojos, y ánimos, para las cuentas alegres. 
Dicen, por ejemplo, que en el 2016 el PAN ganó sus plazas sin problema, pero que para 2018 la división entre calderonistas y anayistas les ocasionó un descalabro casi mortal, por lo tanto piensan que el oficialismo correrá con la misma suerte, o sea que Morena acabará con Morena y le dejará el camino abierto a la oposición, que la historia se repetirá, pero ahora a su favor, en el 2024… ¡se vale soñar! 

Tercera: No entendemos que no entendemos. 
Los cuadros más jóvenes en la alianza, justo a los que nadie escucha, apuntan a que su derrota nace en el poco entendimiento de los partidos frente al lopezobradorismo como un movimiento social que refleja los reclamos y resquemores de su electorado, apuestan a que ninguno de los candidatos de la oposición ha cosechado empatías y, de hecho, ven en el triunfo de Aguascalientes y Durango mucho más un rechazo a las políticas de la 4T y al mismo presidente que un triunfo propio de los candidatos. 

Cuarta: Fue culpa de los gobernadores y del narco. 
Cierto, también se culpa a los gobernadores de “haber entregado la plaza”, sin embargo aun con la operación política y electoral, por cierto ilegal, muy poco se habría podido hacer frente a la paliza que dio el oficialismo en estados como Hidalgo, Oaxaca o Quintana Roo. 
El narco, por desgracia, se ha vuelto un pretexto común en cualquier derrota política, lo mismo es culpable de las victorias de unos que de otros. Cierto, no se puede negar su injerencia, pero atribuirle los más de 30 puntos con los que ganaron en Oaxaca o Hidalgo es sumamente peligroso. Si de ese tamaño es ya el poder de los cárteles en las elecciones, el tema ya no son las elecciones sino el Estado Fallido que está a un paso de la catástrofe, cosa que no parece importar mucho a los políticos. 

Quinta: Fue culpa de Dante Delgado y/o de Alito Moreno. 
Dante Delgado no quiso jugar con la alianza y acabó dividiendo el voto opositor. Sin embargo, no parece que el voto de MC tuviera tanto peso en esta elección, fue, más bien, casi testimonial. 
Dicen también que los audios de un grotesco personaje como Alejandro Moreno ahuyentaron votos opositores, sin embargo, quien hoy sigue creyendo en el PRI parece más bien sordo, difícilmente que eso les costó votos. 

De Colofón.- Pero salieron a decir ¡hay tiro!, ¡hay tiro!... Parece, más bien, que se estaban tirando a un barranco. 

Y todavía faltan 846 días para que termine el sexenio.

@LuisCardenasMX


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