Una (débil) petición internacional no salvó a la más famosa ONG rusa, Memorial. A Vladimir Putin esos trucos democráticos le hacen, como a todos los Supremos, lo que el viento a Juárez. El martes 28 de diciembre, la Suprema Corte, en cuestión de minutos, disolvió Memorial y sus corresponsalías regionales; al otro día, miércoles 29, un tribunal de Moscú ordenó la disolución del Centro de Defensa de los Derechos Humanos, un instituto fundado por Memorial.

Todo un símbolo: Memorial nació en 1989, en los tiempos auspiciosos de la perestroika de Gorbachov y cuenta entre sus fundadores al glorioso Andreï Sajárov, gran científico y heroico paladín de los derechos del hombre. El poder soviético no perdonó al padre de su arma nuclear esa defensa y lo condenó a varios años de exilio. Coincidencia: el año de la destrucción de Memorial es el centenario del nacimiento de Sajárov y un 28 de diciembre (1973) se publicó en París, El Archipiélago Gulag de Alexander Solzhenitsyn, y hace 30 años exactamente desapareció la URSS, algo que Vladimir Putin considera como “la mayor catástrofe del siglo XX”.

Recuperación y defensa de la memoria de los millones de víctimas de la represión soviética; defensa de los derechos humanos en la Rusia de hoy, tales son, tales eran las dos actividades de Memorial desde su fundación. Amnesty Internacional denunció en seguida los veredictos como un insulto a la memoria de millones de víctimas. Pero el procurador había acusado a la ONG de “al especular sobre el tema de las represiones en el siglo XX, crear una imagen mentirosa de la URSS como Estado terrorista… ensuciar la memoria gloriosa de la Gran Guerra Patriótica (la segunda guerra mundial) … intentar blanquear y rehabilitar a los criminales nazis”. Hacía eco al presidente Putin que, en su mañanera del 9 de diciembre había dado línea: “Memorial es una estructura de apoyo a organizaciones extremistas y terroristas… incluye en sus listas de víctimas de las represiones a individuos que colaboraron con los nazis”.

¿Cuál apoyo a organizaciones extremistas y terroristas? El tribunal que ordenó el cierre del Centro de Defensa de los Derechos Humanos, lo acusaba de “apología del terrorismo y del extremismo”, porque el censo que levantó de 420 presos políticos en Rusia, incluye a personas como Alexeï Navalny, arrestado en 2021 y principal opositor de Putin: el movimiento de Navalny fue prohibido al mismo tiempo por “extremismo”. El centro cayó además bajo la acusación de ser “agente del extranjero” y de haber violado la ley sobre los “agentes del extranjero”. Muchas ONG, medios de comunicación y particulares han sufrido la misma suerte: recibir dinero del exterior es suficiente para ser satanizado como “agente del extranjero”. Eso confirma que la “justicia” ha dejado de ser Justicia, al funcionar como justicia política al servicio del Poder.

El 28 de diciembre, la Suprema Corte manifestó que la verdadera causa de la liquidación de Memorial, más aún que la defensa de los Derechos es “una interpretación incorrecta de la historia soviética, al dar una imagen mentirosa de la URSS como Estado terrorista… y criticar a los Órganos de poder del Estado”. Hace tiempo que el presidente Putin trabaja exitosamente para imponer su visión de la historia, glorificando a la URSS como potencia mundial, minimizando los daños colaterales del estalinismo: valió la pena porque nos dio las victorias inmortales de Stalingrado, Kursk, Berlín.

El Presidente del Tribunal Constitucional, Valeri Zorkin, escribe que la pena de muerte, abolida cuando Rusia entró al Consejo de Europa (1996), podría ser restablecida: “Fue una concesión de valores que no son típicos de la conciencia jurídica nacional rusa”. Las concesiones pertenecen al pasado, ahora “la seguridad nacional es primero”. “Rusia ya no es un Estado de derecho”, constata con amargura Alexander Cherkasov, uno de los dirigentes de Memorial.

Historiador

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