1. No romper una racha de treinta años. He votado en todas las elecciones a las que he sido convocado desde 1991. Si voté a los 20 años, cuando las distracciones eran grandes y el resultado estaba cantado, sería de muy mal tono no acudir a las urnas a los 50, cuando el futuro de la República está de por medio.

2. Agradecer a todos los que se levantarán temprano en domingo, a los vecinos que estarán allí en alguna esquina o alguna casa o algún negocio, montando urnas y mamparas, permitiendo que los demás tengamos casilla donde votar, al pie del cañón hasta bien entrada la noche, contando y recontando sufragios, llenando y rellenando actas.

3. Enviar un abrazo metafórico a todos los que irán a votar en lugares en los que salir a la calle puede ser actividad de alto riesgo, allí donde amenazan las balas o acecha el virus. ¿Cómo me podría ver al espejo, si yo, en mi relativa seguridad clasemediera, con una dosis de vacuna en el brazo, no me presentara en la casilla?

4. Expresar mi pertenencia a esa comunidad imaginaria llamada México y sentirme parte de algo mucho más grande que mi vida cotidiana. En un mundo fragmentado, hay pocas experiencias compartidas con millones: no se deben desaprovechar

5. Defender la democracia y las libertades públicas. Contribuir a la preservación de las instituciones. En otras elecciones, una frase de este género sonaría excesiva y cursi. En esta, creo que es meramente descriptiva.

6. Mandar un mensaje. Imperfecto, débil y con muchísima interferencia, pero propio. El voto es una declaración de principios y una expresión de valores. Es una manera sumamente civilizada de dar un manotazo en la mesa, de expresar descontento o manifestar esperanza, de decir sí y gritar no.

7. Sentir el discreto poder del sufragio. Saber que, en ese momento, en ese instante, al cruzar la boleta y depositarla en la urna, uno es parte del pueblo soberano, del mandón supremo. Caer en cuenta de que algo del futuro depende de la ubicación de mi equis en un pedazo de papel. No es poca cosa.

8. Ejercer el voto útil. Útil para mí. Útil para formar parte de la conversación de esas semanas y esos días y esas horas. Útil para sentirme libre por unos segundos, en el secreto de la mampara, junto a la urna. Útil para depositar la cabeza en la almohada con la sensación del deber cumplido.

9. Dar la nota. En el día de las elecciones, los políticos se callan la boca y los ciudadanos hablan, con el susurro del cómputo, con la progresión de los resultados, con cada voto de cada urna de cada sección de cada distrito que va cayendo en el sistema. Ese día, los que estamos de este lado, los que no hacemos otra cosa sino votar, controlamos el ciclo de noticias y fijamos los titulares de los medios.

10. Acompañar a mi hija de 18 años a votar por primera vez y tener con ella una experiencia cívica compartida. Es, por mucho, lo que más me emociona de estas elecciones y mi razón principal para ir a la casilla este domingo.

Les deseo buen voto.

alejandrohope@outlook.com
Twitter: @ahope71

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