El presidente Andrés Manuel López Obrador quiere tapar hoyos y baches. O al menos así lo señaló en la mañanera del lunes pasado: “Van a ver esto, que es interesante, y pronto vamos a llevar a cabo un programa especial para baches en todo el país, nos vamos a poner de acuerdo con gobiernos estatales, con gobiernos municipales, porque es el principal problema para la gente que vive en las ciudades”.

Para justificar ese inesperado giro de política pública, el presidente mostró una gráfica tomada de la más reciente edición de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), levantada trimestralmente por el Inegi.

Ese ejercicio incluye la siguiente pregunta: “En su opinión, ¿cuáles son los problemas más importantes que en su ciudad se enfrentan hoy en día?” Y, de una lista preestablecida por los encuestadores, la opción que habitualmente acumula más respuestas es “baches en calles y avenidas”. En la gráfica mostrada por el presidente, 75.9% de los entrevistados incluyeron esa alternativa en su respuesta, casi veinte puntos porcentuales más que el segundo lugar en la lista (“alumbrado público insuficiente”).

¿Eso significa que los baches son el principal problema de México y que el gobierno federal debería de dedicar una cantidad importante de tiempo y recursos a resolverlo? No del todo.

La muestra de la ENSU no es representativa del país en su conjunto ni de su población urbana. Es un levantamiento que se realiza en 70 ciudades (con la Ciudad de México dividida en 16 demarcaciones territoriales). En total, los resultados son válidos para 41.8 millones de personas mayores de 18 años, algo menos de la mitad de la población adulta del país. No sabemos lo que piense u opine la otra mitad del público mexicano.

Además, la pregunta en cuestión permite múltiples respuestas (por eso, la suma es mayor a 100%). La frecuencia de las respuestas simplemente revela la visibilidad pública de los problemas. La gente está muy consciente de los baches que hay en su calle, pero no tanto de la falta de tratamiento de aguas residuales o los problemas de salud derivados del manejo inadecuado de rastros (otras dos opciones en la lista). Muchas más personas se caen en un bache que las que son asaltadas. Ese simple hecho no es razón suficiente para priorizar lo primero sobre lo segundo.

La lista de respuestas a la pregunta se lee casi como una encuesta de satisfacción con un gobierno municipal: todas están vinculadas a la calidad de los servicios urbanos, desde la pavimentación hasta el drenaje, pasando por los parques, los mercados públicos y la policía. No le preguntan a los entrevistados cuál es el problema más importante en el país o en su vida. Todas las preguntas están en clave urbana y con horizonte cotidiano. No son particularmente útiles para definir las prioridades del gobierno federal.

Pero asumiendo como cierto que los habitantes quieren menos baches sobre todas las cosas, ¿qué podría hacer el gobierno federal para taparlos? Tal vez transferir algunos fondos adicionales a los gobiernos municipales. Fuera de eso, algo de arenga y un poco de regaño, no es mucho lo que se puede hacer desde Palacio Nacional.

De fondo, los baches, como la insuficiencia de alumbrado o la incapacidad de las policías locales, revelan un problema más grande: la baja calidad de los gobiernos municipales, la fragilidad de las finanzas públicas locales y la debilidad de los mecanismos de rendición de cuentas.

Ese sería indudablemente un tema federal. El presidente podría encabezar una reforma política amplia para fortalecer el eslabón municipal de nuestro sistema de gobierno.

Pero creo que prefiere tapar baches.

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