hizo bien, su honestidad y juego limpio fueron evidentes al decirle al árbitro que el jugador que había expulsado, Washington Corozo, no le agredió, como solamente vio Guillermo Pacheco, que con el Pumas vs León apenas cumplió su octavo partido de Primera División. No hay nada mas insensato que presumir lo que sucedió en Ciudad Universitaria como el gran acto de honestidad del futbol mexicano, que —si bien— sí lo es, también es la muestra más palpable de la carencia de talento de los silbantes.

Pacheco no puede ser influido por los futbolistas. Él tiene que tomar sus propias decisiones y no dejarse llevar por lo que le dijo Montes. Insisto, extraordinario, pero la pobreza del juez es preocupante. Lo más simple es que, desde el VAR, hubieran llamado a Guillermo Pacheco y le comentaran que en la jugada que había juzgado como expulsión, simplemente se equivocó y que la revisara en el monitor. Se supone que para eso existe la herramienta tecnológica. Pues no, se dejó llevar por lo que le dijo un futbolista, así que Chapito Montes se convirtió en árbitro por un día.


Pésimo procedimiento que, en una Liga seria, le costaría el trabajo a este silbante, o mínimo una sanción ejemplar, pero hasta fue aplaudido por el propio presidente de la Liga, al publicar en su cuenta de Twitter una felicitación por lo sucedido en el Olímpico Universitario. Es decir, en lugar de estar preocupado por el arbitraje chatarra que les ofrecen jornada a jornada, aplaude un acto de Fair Play que nunca debió de existir.

Fatalidad en la instrucción arbitral de México. Parece que estos señores que aparecen cada jornada en los partidos de la Liga MX son unos improvisados, que marcan lo que se les ocurre y que no hay una línea de trabajo, ni mucho menos preparación de los partidos. Lo sucedido con Guillermo Pacheco es muy grave. Claro, tapó el asunto Chapo Montes, y debe ser revisado a conciencia por la Comisión de Arbitraje.

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Hace algunos años, por la incompetencia de otro árbitro, César Ramos Palzuelos, se suscitó una jugada en el Sub-20 entre Tecos y Pachuca, en la que el silbante detuvo las acciones por un jugador lesionado, pero —al reanudar el juego con balón a tierra— el futbolista de Tecos no devolvió el balón al Pachuca y, en ese misma jugada, se produjo más adelante un penalti a favor de Tecos.

El entrenador, Mauricio Gallaga, ordenó que tiraran el balón hacia afuera, que el penalti fuera desperdiciado, argumentando que no debió nunca existir. Fair Play en su total expresión. Aplaudir al jugador de León, señalar al silbante como el peor momento de su naciente carrera y —sobre todo— no dejar que los futbolistas sean los jueces. Antecedente terrible para un arbitraje en decadencia.

@gvlo2008 - gerardo.velazquez@eluniversalbgwire.com.mx

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