Poco antes de que un sicario le descerrajara 40 tiros, el candidato presidencial de Ecuador, Fernando Villavicencio, denunció que el grupo conocido como Los Choneros, uno de los brazos del Cártel de Sinaloa que opera en aquel país, había amenazado con asesinarlo. Villavicencio fue acribillado once días antes de las elecciones presidenciales. Periodista de investigación, había denunciado el empoderamiento del narcotráfico a la sombra del poder, y revelado los mecanismos de corrupción en el gobierno de Rafael Correa, el gran aliado de Nicolás Maduro, por quien el gobierno de Estados Unidos ofrece hoy una recompensa de 50 millones de dólares.
El Cártel de Sinaloa tiene presencia en Ecuador desde principios del siglo XXI. En el juicio en el que el gobierno de Estados Unidos condenó a prisión perpetua a Joaquín El Chapo Guzmán, un antiguo aliado del narcotraficante reveló el esquema mediante el cual al menos seis toneladas de droga colombiana fueron llevadas por camiones del ejército de Ecuador hasta dos almacenes de Quito y Guayaquil.
Desde aquellos sitios, la cocaína salía en lanchas rápidas hacia un barco tiburonero mexicano. La operación era coordinada por el militar ecuatoriano Telmo Remigio Castro, a quien se acusó de haber recibido 600 mil dólares por facilitar los embarques. El traslado de la droga era supervisado por un sobrino del Chapo, Tomás Guzmán, según la declaración del narcotraficante Jorge Cifuentes.
El grupo de Sinaloa controló de manera exclusiva las redes de tráfico durante casi dos décadas. Entre 2017 y 2020 comenzó el arribo de enviados y representantes del Cártel Jalisco Nueva Generación que buscaban quedarse con las rutas y con quienes se alinearon varios grupos criminales. Las bandas se dividieron: algunas, como Los Choneros, que es la más fuerte del país, siguieron siendo fieles al Cártel de Sinaloa. Otras como los Tiguerones, Los Lobos y los Chone Killers, se agruparon en torno del Cártel Jalisco (de hecho, ese conglomerado criminal se ha añadido el título de Nueva Generación).
La violencia se desató. La manera de matar “a la mexicana” se instaló en Ecuador: los colgados de los puentes, los decapitados y los descuartizados empezaron a aparecer.
Recientemente, un informe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas de Ecuador señaló que se había detectado el traslado de sicarios “desde México y otros países” con la finalidad de atentar contra el presidente Daniel Noboa y su gabinete, y llevar a cabo una serie de atentados terroristas. La amenaza llegó tras el proceso electoral en el que Noboa derrotó a la candidata de Rafael Correa.
El equipo del presidente denunció la complicidad de “sectores políticos derrotados en las urnas” que “pretenden imponer el caos mediante la violencia, el miedo y el terror”. De manera sorprendente, el gobierno mexicano contestó con un comunicado en el que rechazó “tajantemente la reiterada e inescrupulosa creación de narrativas en comunicados oficiales y/o filtraciones de documentos oficiales que aludan a México como fuente de supuestos actos delictivos o situaciones internas en ese país”.
Las relaciones diplomáticas entre México y Ecuador se fueron tensando desde que el presidente López Obrador opinó sobre las elecciones ecuatorianas y sobre la derrota de la candidata de Rafael Correa, Luisa González. A esto se sumó que la embajada mexicana comenzó a dar asilo político a figuras del correísmo, entre otras, la mano derecha del propio Correa, y exvicepresidente de Ecuador, Jorge Glas. Más adelante López Obrador declaró que no había elementos que sostuvieran la versión de que el Cártel de Sinaloa estuviera detrás del asesinato del candidato Fernando Villavicencio. Rechazó además una solicitud del gobierno ecuatoriano para que le permitieran detener a Jorge Glas, condenado por corrupción, liberado por un juez gracias a un soborno, según la versión oficial, y alojado en la embajada mexicana durante varios meses.
Todo estalló cuando policías encapuchados irrumpieron en la embajada para detener a Glas, violando todas las convenciones y desatando el rechazo unánime por parte de los países latinoamericanos. AMLO volvió a criticar al gobierno de Ecuador: “Así son los fachos”, dijo, y ofreció que México estaba dispuesto a darle asilo político a Glas.
El gobierno de Claudia Sheinbaum está al tanto de que todo ese expediente, que apunta al Cártel de Sinaloa y toca al gobierno de López Obrador, forma parte de la agenda que Marco Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos, llevará a Ecuador el próximo jueves, como parte de su ofensiva contra las redes del narcotráfico trasnacional y los grupos políticos que lo amparan bajo las sombras. En esa trama, México es uno de los países que ya está en el banquillo.