El Presidente de la República afirmó el jueves pasado que los periodistas somos amarillistas porque abordamos el problema de los asesinatos de políticos y candidatos, ejecuciones perpetradas durante el actual proceso electoral, y señaló que somos “sensacionalistas” porque damos espacio destacado a ese tema. Y que con ello, dijo, “enrarecemos” el ambiente. Nosotros, no los sicarios y los capos y caciques que ordenaron las ejecuciones. 
  
Vaya similitud la del huésped de Palacio Nacional con Enrique Peña Nieto y sus subordinados, que nos llamaban “prensa hostil” a quienes publicábamos y transmitíamos información acerca de la violencia criminal, o sobre los excesos cometidos por cuerpos de seguridad (desapariciones, ejecuciones, masacres de ambos bandos) y la ineficacia de todos los gobiernos (municipales, estatales y el federal) para resolver los problemas.
  
Vaya semejanza con la virulencia verbal del autoritario régimen priista (1929-2000) y sus múltiples caciques regionales, que a la prensa crítica, a quienes publicaban lo que acontecía, la hostigaban en privado y luego la trataban a punta de boicots, despojos, exilios, cárceles y asesinatos.

El Presidente se ha convertido en lo que tanto criticó, en lo que tanto documentamos y criticamos: en el gran dedo censor que pretende que no publiquemos ni transmitamos… la realidad, los hechos, la información dura, tal como acontece, y que mucho menos le demos contexto y la analicemos.
  
Muy bien. Entonces él, que no es un falso mesías, pero que sí es un caudillo (¿como Franco?), de acuerdo a lo que su gente publicó este viernes en El Soberano (https://twitter.com/elsoberano_mx/status/1398247687653265414?s=21), ¿nos podría decir cuántos muertos no son amarillismo? ¿Cuántos políticos, aspirantes y candidatos ejecutados se requieren para que no sea un asunto sensacionalista?
  
Este viernes le pedí a Ruben Salazar, Director de la consultora Etellekt, que me compartiera los datos más recientes de la violencia política:
  
-Van 89 asesinatos de políticos en 22 estados y 79 municipios a lo largo del proceso electoral. Son 89 familias mutiladas. ¿Cuántos asesinados más requiere el Presidente para que ya no sea un tema amarillista? ¿90? ¿23 entidades y 80 municipios, o también es poco? ¿O sumamos a los 34 familiares y 10 colaboradores que murieron en los atentados contra esos 89 políticos? ¿Tampoco así? 
  
-Van 35 aspirantes y candidatos a un puesto de elección popular asesinados. ¿Cuántos más para que el tema ya no sea sensacionalista? ¿36?
  
¿Sabrá el Presidente que a estas alturas, hasta el 28 de mayo del 2018, durante el más violento proceso electoral que haya vivido el México moderno, iban 37 aspirantes y candidatos asesinados? Estamos a tres ejecuciones de rebasar esa oscura marca. 
  
¿Sabrá el Presidente que el 89% de quienes fueron asesinados y competían por un puesto municipal eran opositores a los alcaldes en el poder? ¿Sabrá que el 29% de los asesinados formaba parte de su propia alianza?
  
¿No le parece terrible que criminales y caciques políticos estén votando a punta de balazos, como lo hemos señalado desde hace semanas algunos periodistas?  
  
-De los 35 aspirantes y candidatos asesinados en 16 entidades y en 32 municipios, 7 eran mujeres. ¿Cuántas más para que ya no sea amarillismo? ¿8? ¿Cuántos estados? ¿17? ¿33 municipios? ¿O más?
  
Imagino que si un asesor entra a la Oficina Oval de la Casa Blanca y le informa al presidente Biden que van 89 políticos y 35 aspirantes y candidatos ejecutados durante un proceso electoral, en 16 estados y en 32 condados, éste se alarmaría por una simple razón: no es normal. Un solo asesinato es inadmisible. Uno. No se puede normalizar ni relativizar la violencia política. Nunca. Biden convocaría a todos los actores políticos de su país para unirse y manifestar su repudio. Un ya basta colectivo. Quizá le pediría a la gente vestirse de blanco y marchar por las calles en silencio. Y sin duda utilizaría todos los recursos del FBI para investigar cada caso. ¿O Biden diría que por dar a conocer esos datos y analizarlos los medios son “amarillistas”, “sensacionalistas”, “conservadores”, “opositores” que quieren rating?
  
Pero bueno, qué sé yo: yo no soy un falso profeta… 

jp.becerra.acosta.m@gmail.com
Twitter: @jpbecerraacosta

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