Estamos en época de elecciones y lo que está en juego es mucho más allá que los 20,415 cargos de elección popular que se elegirán. Se decide el futuro inmediato del país, está en juego la representatividad de los partidos en el Congreso, y las consecuencias que puede haber si el partido en el poder logra la mayoría.

La pluralidad en la representación del Congreso es la base de cualquier Estado democrático. En gobiernos con tintes totalitarios, lo primero que se destruye es a la oposición, para que el Ejecutivo tenga el poder absoluto para modificar la ley como mejor le convenga.

Tal vez no pensemos que ese pueda ser el caso de nuestro país, que una dictadura es algo lejano que sólo les pasa a los países del sur del continente; pero la realidad es que hoy en día, los gobiernos autoritarios no se forjan necesariamente a partir de un golpe de Estado. Un presidente puede llegar por la legitimidad que le dan los votos, pero una vez en el poder, buscará destruir al órgano electoral y consolidar un régimen antidemocrático, concentrando el poder en un solo partido, y debilitando la separación de los tres poderes. En México ya estamos viviendo esas prácticas todos los días.

Hemos visto cómo el poder judicial ha sido víctima de ataques a su independencia, y cómo los organismos autónomos han sufrido reiteradas campañas de desprestigio. Ejemplo claro de esto es la demanda de la eliminación del Instituto Nacional Electoral (INE), por la aprobación del mecanismo para la asignación de las curules de la Cámara de Diputados, una acción completamente constitucional, pero que se ha usado para difamar, porque no le conviene a un gobierno que quiere la mayoría a cualquier costo.

También estas elecciones estarán marcadas por el contexto de la crisis sanitaria y económica que vivimos actualmente. Una coyuntura que ya está siendo aprovechada para el clientelismo político, sobre todo ahora con el desempleo y el colapso del sistema de salud, donde los apoyos económicos y la aplicación de las vacunas, ya son un arma política importante; dado que el temor y la desesperación que se vive puede llevar a mucha gente a votar por Morena, sólo por el hecho de no perder estos cheques, que no deberían en ningún modo estar sujetos a la voluntad política ni a la permanencia de un partido.

Las mañaneras también son un espacio idóneo para que el Presidente siga impulsando la agenda de su partido y ganando votantes. Este ejercicio, que supuestamente sería un instrumento para la transparencia y rendición de cuentas de su gobierno, es en realidad un medio de propaganda, lleno de verdades a medias y de mentiras; de ataques a la sociedad civil, periodistas, empresarios, y a cualquier sector que considera oposición. Es un espectáculo indigno, pero que atrae a un público que lleva décadas en el hartazgo de políticos. Mucha gente se identifica con López Obrador. Mucha gente quiere todavía creer en el slogan de “primero los pobres”, y de que la corrupción se va a terminar, aunque una y otra vez la evidencia siga demostrando que, para él, el poder es lo primero y lo último en su agenda.

Una mayoría en el Congreso de Morena, aunada a la exigencia de desaparecer a los organismos autónomos que fungen como contrapeso a su gobierno, son la receta ideal paradebilitar al país y a sus insticuiones, que a la larga merman el sistema democrático que tantos años nos costó construir. En este punto, nos queda a todos reflexionar sobre la necesidad de ampliar las voces que nos representan en el país. La libertad puede ser protegida solamente si a la gente le importa lo suficiente como para luchar por ella, porque un gobierno que busca ante todo el poder, seguirá presionando por más, y nunca renunciará de forma voluntaria a él.

(Colaboró Susana Donaire)

Presidenta de Causa en Común.

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