Hace dos días, Caborca, un municipio ubicado en el norponiente de Sonora, fue escenario de hechos terribles.

Un grupo numeroso de hombres armados, moviéndose con total impunidad en un convoy de 19 camionetas, entró a la ciudad en horas de la madrugada, asesinó a cuatro personas y secuestró a nueve más. La balacera duró casi seis horas.

Este no es ni de lejos el único incidente grave que ha ocurrido en ese municipio en fechas recientes. La semana pasada, Francisco Javier Celaya Ibarra, comandante de la Policía de Tránsito municipal, y su pareja fueron asesinados a tiros al interior de su casa.

En agosto pasado, elementos de la Guardia Nacional tuvieron un enfrentamiento con un grupo armado, el cual dejó dos muertos y cuatro heridos.

En junio, otro enfrentamiento produjo la muerte de tres personas. En mayo, fue secuestrado y asesinado el periodista Benjamín Morales Hernández.

En marzo, otro periodista, Jorge Molontzin Centlal, fue reportado como desaparecido.

En total, se registraron 118 homicidios en Caborca en 2021, según datos de la Secretaría de Seguridad Pública estatal. Y el año previo, fue aún peor: de acuerdo a cifras de Inegi, 184 personas fueron asesinadas en Caborca en 2020. Considerando que se trata de un municipio de menos de 100 mil habitantes, la tasa de homicidio es casi cinco veces la tasa nacional y dos veces más que la tasa estatal.

Tanta violencia se explica en parte por la geografía. El municipio de Caborca hace frontera con Estados Unidos y es por tanto ruta de paso para diversas formas de tráfico ilícito: drogas, personas, armas, dinero. Ha sido zona de conflicto entre varios grupos armados desde hace ya un buen tiempo y la disputa parece haberse agudizado en los últimos dos años.

Y eso es lo que la presencia de la Guardia Nacional (GN) tendría que estar conteniendo. En julio pasado, en presencia del presidente Andrés Manuel López Obrador, se inauguró un cuartel de la GN en el municipio vecino de Pitiquito. En el evento, el presidente afirmó que “es una nueva estrategia que consiste básicamente en territorializar todo lo relacionado con la seguridad pública, tener estos cuarteles muy cerca de la gente para proteger a los ciudadanos”.

El cuartel en cuestión se encuentra, según Google Maps, a 13 minutos en vehículo del centro de la cabecera municipal de Caborca. No se entiende por tanto lo sucedido el miércoles pasado: ¿cómo pudo moverse sin ser detectado un convoy de 19 vehículos, transportando a casi un centenar de hombres armados? ¿Cómo es posible que haya ocurrido una balacera de varias horas sin que mediara una reacción de las autoridades?

Alejandra Díaz, vocera de la Secretaría de Seguridad Pública de Sonora, dio esta versión de los hechos:

“A las 12:05 am entra una llamada de emergencia ya en Caborca y aproximadamente a las 2:00 am se toma el control por parte de la fuerza del estado que es Sedena, Policía Estatal y Guardia Nacional en el suceso; fallecen 2 personas, hay 3 detenidos y hay 3 vehículos asegurados y armas de diferentes calibres”.

Es decir, en la propia versión oficial, pasaron dos horas entre la llamada de emergencia y la reacción de las autoridades, cuando había un cuartel de la GN ubicado a 13 minutos de donde ocurrieron los hechos.

La batalla de Caborca no es por tanto solo un asunto de geografía. Habla también de la ineficacia y la lentitud de las instituciones públicas. Aquí hay omisiones que se tienen que investigar.

alejandrohope@outlook.com
Twitter: @ahope71

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