El caso de Emilio Lozoya Austin se enreda cada vez más y, tras la filtración de un audio donde se escucha a su padre recibir regaños del Fiscal General de la República, así como de las declaraciones de su exabogado, Javier Coello Trejo, con respecto a la falsedad de declaraciones del exdirector de Pemex, todo indica que va a terminar como empezó: muy mal.

Algunas de las revelaciones recientes que ha hecho el exabogado de Lozoya, Coello Trejo, fueron investigadas en su momento para el libro “Lozoya, el traidor” (Grupo Planeta, 2021) que publiqué hace casi un año y medio, tales como que fue su propio padre el que entregó un teléfono para localizar a su hijo, quien se escondía en el lujoso barrio La Zagaleta; y también que, según fuentes gubernamentales, únicamente permaneció en España durante su fuga, a pesar de que se tejió una trama en Rusia. Esto no quiere decir que no se haya beneficiado de sus contactos rusos.

Emilio Lozoya permaneció oculto nueve meses en la casa de un empresario mexicano. Habría sido su excolaborador y amigo, Arturo Henríquez Autrey, quien lo ayudó a escapar. Sobre el empresario mexicano que lo acogió en España, se especula que fue un antiguo amigo de la preparatoria con quien compartía frecuentemente comunicaciones cuando era director de Pemex.

Lo que detonó que su padre y hermano lo “entregaran” a la justicia española fue el encarcelamiento de su madre, Gilda Austin, en Alemania, en julio de 2019 en la paradisiaca isla de Juist, mientras se encontraba de vacaciones con sus nietos. Originalmente los investigadores estaban vigilando direcciones en Múnich, ciudad en la que Lozoya contaba con dos empresas establecidas: All-ME Hamburg y ELMO- Wolfsburg. Le habían seguido un rastro hasta un edificio cerca del lago Starnberg, luego de que registraron una entrada al aeropuerto de Francfort, para después trasladarse a España.

Gilda Austin permaneció en Alemania durante casi cuatro meses hasta que se aprobó su extradición a México. A diferencia de lo que viviría más adelante su hijo, Gilda Austin sí pisó el Reclusorio Norte y soportó una audiencia de más de nueve horas entre el jet lag, el hambre y sus problemas de hipertensión. Luego aseguraría que el sistema de justicia alemán era aún peor que el mexicano.

En contraste, cuando los abogados le plantearon a Emilio Lozoya que se entregara para ser juzgado por un solo delito, exclamó: “Ni madres, yo no voy a ir a la cárcel”.

Cuando comenzaron a perseguir a su hijo, Emilio Lozoya Thalmann recibió un consejo de un prominente abogado penalista: enviarle una carta al expresidente Enrique Peña Nieto para pedir protección. “Él sabe todo, hay que protegerlo”, escribió Lozoya Thalmann. Las versiones indican que el abogado quiso cobrar a la familia más de cinco millones de dólares por la defensa y recomendó solicitar esta cantidad de recursos a Peña, quien no aceptó y fue ese el momento en que se rompieron las relaciones entre las partes.

La familia Lozoya contrató para su defensa al abogado Javier Coello Trejo, quien tendría el apoyo de su hijo Javier Coello Zuarth. Hoy el llamado “fiscal de hierro” ha comenzado a revelar mucha información que ha puesto otra vez el caso de cabeza. Sobre todo, lo ha hecho mucho más complicado para la FGR, para Emilio Lozoya y su familia, y para el gobierno del presidente López Obrador, que lo usó política y mediáticamente.

POSDATA. Mucho hemos escrito en este espacio sobre el empresario Roberto Guzmán García y su empresa Escorfin, implicados en el fraude de Segalmex y otros. La bomba que está por explotar ahora es con las casas de bolsa. Resulta que varias tienen papel colocado con respaldo de esta empresa, la cual no ha cubierto los vencimientos desde hace meses y mucho menos puede devolver el capital. El escándalo apunta a un esquema piramidal el cual ya investiga la CNBV.

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