El gobierno de López Obrador fue descubierto en sus carencias por la pandemia; tales deficiencias no se han podido cubrir con las estrategias de distracción –con peroratas de beligerancia y ataques sistemáticos a medios, intelectuales, organizaciones civiles, periodistas, etc– y de comunicación política. Las instituciones que conforman la esfera del Ejecutivo presentan desconocimiento de cómo comunicar en el medio virtual donde el relato del Presidente es punta de lanza de noticias falsas y mentiras sobre sus logros de gobierno, tal como sucedió en su narrativa de 100 días de su tercer año en el poder. La palabra psicosis se ha utilizado en psiquiatría con varios significados En ocasiones ha servido par agrupar a todos aquellos pacientes que en algún momento de su enfermedad mental sufren una alteración grave en su conexión con la realidad. En la actualidad se prefiere utilizar la expresión episodio psicótico para calificar a un tipo de síntoma que implica una distorsión de la realidad en la esfera del pensamiento y por delirio se entiende una alteración del contenido del pensamiento que supone la aparición de una idea falsa y vivida con total certeza subjetiva, y que no se modifica con la argumentación lógica.

López Obrador parece divertirse encajando perfectamente en un molde digno de estudio de psquiatría. Goza su premeditación al atacar en su discurso mañanero a todos los que difieren o critican, sin matices ni distingo.

La simulación de su narrativa de campaña de “amor y paz”, incluyente y de hacer de México una “República amorosa” fue parte de la perversa estrategia para convencer al electorado no identificado con Morena y harto de las corruptelas. Prometió que la transformación pasaría por poner límites a la plutocracia, nacida en la época neoliberal integrada entonces por 24 megamillonarios que aparecieron en la revista Forbes, y que hoy varios de ellos, son sus aliados beneficiarios de sus políticas públicas.

El régimen cuatroté tiene una tentación de poder en tiempos de posverdad. La colocación del ilusorio relato presidencial que de tanto repetirse se incorpora al imaginario colectivo que sólo escucha al líder e introduce, como única, su visión del mundo es ya preocupante.

La formación y adoctrinamiento de una “opinión pública” mañanera (y bananera) legitimadora del modelo totalmente Palacio para el mantenimiento y la reproducción del orden establecido, es una pieza clave en el MO moreno.

López Obrador pretende con el arte de la desinformación y el manejo de la cosa pública (“res publica”) tergiversar y manipular los hechos de su gobierno. La propaganda, las arengas, sermones y sus discursos en plena era de la globalización, es utilizada vía redes sociales para ejercer influencia en la actitud de sus seguidores y enfatizarles, con fines puramente electorales, de la viablidad de su proyecto que danza en los “otros datos” base de (nula) naturaleza empírica.

A través de la “persuasión” y con propósitos predeterminados, sin parecer forzar o presionar, se implanta el relato lopezobradorista. Y uno de los medios para ejercer influencia en la gente y obtener ese fin es la mentira. La mentira como arma. Una de las particularidades de la guerra psicológica, como tipo o doctrina de propaganda, es crear o fabricar situaciones políticas llamadas a provocar formas deseables de conducta de grupos concretos ocultando de manera sistemática la realidad.

Un ejemplo de esto, de los muchos que sobran, es el manejo de la pandemia; López Obrador —y siempre en sintonía, Claudia Sheinbaum— pretenden instaurar un relato de éxito en lo que ha sido una crisis sin precedentes en contagios y decesos gracias a una errática estrategia donde, después de desdeñar desde Palacio Nacional la peligrosidad del virus y ante la desesperación de los incontrolables contagios, la iniciativa privada ofreció montar centros hospitalarios temporales que no han podido desmontarse un año después. La capital fue epicentro de un imperdonable jaloneo por el Pantone de un semáforo que provocó disputas internas y el retraso de esa decisión derivó en el peligroso repunte de contagios y miles de decesos.

México —y por ende la CDMX— no pueden ser ejemplo de éxito con más de 200 mil muertos, el colapso económico por erráticas medidas de confinamiento y en una nueva coyuntura, sin medidas preventivas, de un tercer repunte. El país continúa en la primera ola de contagio hace ¡más de doce meses! y las mentiras vertidas alrededor del cementerio mexicano alcanzarán a los (ir)responsables.

@GomezZalce

Google News