Es fácil reírse de quienes llaman a la Pandemia la Plandemia y han pergeñado una teoría delirante del por qué la gente se muere en los hospitales de Covid .

Después de todo, son idiotas que arriesgan su propia vida, y si terminan intubados luchando por un próximo respiro, algo en nuestro interior nos dice que se lo merecían.

Reírse de quienes niegan la utilidad del cubrebocas , o la ponen aún en duda, cuando son funcionarios del sistema de salud de un país, como el propio doctor López-Gatell , el administrador de las medidas sanitarias en México, ya es un poco más difícil.

La risa se mezcla con la angustia: hay gente tomando decisiones sobre la vida de otros que prefiere negar la realidad para favorecerse en otros dominios, por ejemplo el de la política.

Reírse en cambio de los dueños de consorcios gigantescos que han forzado a sus trabajadores a seguir trabajando en espacios cerrados, sin distancia entre ellos, y a pesar de numerosos contagios y muertes, es ya del todo imposible.

¿Cómo reírse de los asesinos de masas?

Pequeños Hitlers contemporáneos. No solo sus decisiones matan a la gente que depende de ellos, son cultivadores de focos de infección –cada sucursal del consorcio es un platito de petrich– y están matando a otros cientos de miles.

Y sin embargo, desde los que niegan la misma realidad de la pandemia hasta los que niegan las muertes por contagio que ellos ocasionan, corre una y la misma idea.

Que la realidad existe para ser doblegada por la voluntad humana .

Y si en el asunto del Covid, una mayoría de los seres humanos ha puesto a un lado esa creencia, para sí creer que un virus asesino anda suelto en el fondo del aire, parece ser que en el asunto del Cambio Climático los negacionistas sí son una inmensa mayoría.

Hace dos semanas, la ONU emitió un comunicado pidiendo que la especie asuma “una alerta roja”, porque según los expertos climáticos, todas las señales de que la Naturaleza está trastornada son más altas que lo pronosticado hacía un año.

El hielo polar está derritiéndose y las aguas están avanzando en las costas a una velocidad no prevista y los incendios de bosques y los huracanes se han multiplicado. Y no, ya no existe la menor duda de que la causa de esta sublevación de la Naturaleza es la actividad humana.

¿Cuál ha sido la reacción de los gobiernos del planeta?

Ninguna.

¿Cuál ha sido la reacción de las poblaciones humanas del planeta?

La misma: ninguna.

¿Y usted, amable lector, lectora, usted personalmente ha cambiado un ápice su conducta a raíz de las noticias de la catástrofe climática, las recientes o las menos recientes?

El ecólogo brasileño Leonardo Boff explica así el negacionismo. “Reaccionar a lo que ahora sucede, la pandemia y el cambio climático, requiere desbaratar el sistema de las creencias básicas con las que todos hemos sido educados.”

Es mentira que el trabajo (es decir, la modificación de la materia) es siempre benéfico. Es mentira que la Humanidad se desliza por un riel que lleva siempre al progreso. Es mentira que como especie somos superiores a nuestra realidad natural. Y por fin, seguir pensando que la realidad existe para ser doblegada, es una tierna, ridícula y peligrosa locura.

Marx pensó que el Capitalismo sería domado por el proletariado. Se equivocó. Será borrado por la Naturaleza.

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