Contra la inmoralidad, corrupción, desvergüenza, y la enfebrecida búsqueda de beneficio particular que históricamente ha caracterizado a la clase política mexicana de siempre, no hay defensa. Frente a esas características, que definen su ser y su actuación, no hay tratado o compromiso que valgan. Por eso, el Acuerdo Nacional por la Democracia que recién se firmó, con independencia de que cuanto propone está en la ley, no tiene ninguna posibilidad de cumplirse.

¿Quién de los gobernantes que firmaron esa simulación democrática no sabe que por disposición de la Constitución y la ley electoral está obligado a respetar cuanto disponen para que el ejercicio del derecho ciudadano a votar sea inobjetable?

En todo tiempo y lugar, las constituciones han sido y son el Pacto Social más importante que todos los grupos humanos han procurado y observado. Sobre ellas se constituyeron como tales. Sólo por ellas sobreviven. Es lo que les permitió pasar de la animalidad a la racionalidad; del Estado ferino al Estado político. Los derechos y deberes que establecen, parejos para todos, son el componente más sólido de la Civilización.

La importancia de una Carta Suprema, considerada la esencia y el espíritu de los pueblos es tal, que sin ella seguirían hundidos en el Estado de Naturaleza, donde prevalece la ley de la selva, el más fuerte, por ausencia de la razón. El riesgo de retorno latirá siempre en su inobservancia.

Base y esencia de todos los demás derechos, una Constitución hace posible la seguridad, la paz, la convivencia, la armonía, la solidaridad y la oportunidad de que cada cual desarrolle todo su potencial. Esos bienes apuntarán siempre al bien general, la prosperidad y la felicidad de todos. Para el verdadero estadista ese es el fin más elevado que puede tener.

Esos ideales de mundo de vida están en nuestras leyes. Sobran acuerdos que rayan en su desprecio por lo innecesario, insustancial e insignificante; por lo estrafalario, ridículo y circense.

Si algún acuerdo es aceptable y exigible entre, y a, los gobernantes, sobre todo ahora que el declive nacional es más patente por el avanzado estado de descomposición en el que se hallan como clase y con el que dolorosamente se alinea el abandono de la escuela de millones de jóvenes, es uno por el que se comprometan, realmente, por la decencia, la honradez, la integridad y la legalidad; es decir, por los valores humanos, comprendidos en la democracia de la que tanto se ufanan y ninguno practica.

Pero la historia no permite acariciar esa posibilidad. Los gobernantes, especialmente en México, seguirán siendo lo que han sido. No cambiarán, menos por la firma de un convenio.

La maldición nacional es que, así como las más horrendas monstruosidades contra la humanidad han sido cometidas en nombre de Dios, los peores crímenes contra México, que le han impedido avanzar hacia mejores estadios de bienestar, han sido consumados en nombre de la democracia por los más de los políticos que, huelga decir… no van a cambiar.

SOTTO VOCEMarcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum están haciendo un equipo formidable en la lucha contra el Covid-19. En la Ciudad de México avanzan a pasos agigantados. Lo mismo está ocurriendo en el resto del país con la eficiente gestión del canciller, acelerando la llegada de más vacunas…Pase lo que pase con el Caso Salgado Macedonio, el tema seguirá contaminando el ambiente electoral…Clara Luz Flores, candidata de Morena al gobierno de Nuevo León, superará sin problemas el obstáculo que le pusieron con el tema NXIVM…La suspensión indefinida de la reforma eléctrica, publicada en el Diario Oficial, da cuenta de que, al menos hasta ahora, el Poder Judicial no se ha subordinado al Ejecutivo… Por vacaciones de Semana Santa, En Petit Comité dejará de publicarse las próximas dos semanas. Reaparecerá el 16 de abril. ¡No nos confiemos!

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