En el 2018, la cúpula del Consejo Mexicano de Negocios le pidió al entonces presidente Enrique Peña Nieto que convenciera al magnate Carlos Slim Helú de ser su candidato presidencial. Lo escribió Andrés Manuel López Obrador en su libro “Gracias” y me lo confirmó el propio Peña Nieto para el libro “Confesiones desde el exilio” que publiqué el año pasado.

No es la primera vez que uno de los empresarios más relevantes de México suena para convertirse en candidato presidencial, pero sí es una coyuntura especial. Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, Banco Azteca y Elektra ha construido, tal vez sin proponérselo, un perfil que lo coloca como el outsider más mediático del país. La idea de verlo competir en 2030 no es descabellada: él mismo ha dejado la puerta entreabierta.

En abril pasado lo entrevisté para la primera edición de la revista impresa de EL CEO, y le pregunté si cree que ganaría una elección presidencial. Respondió: “Pues mira, no creo. El tema de las votaciones está lleno de coyunturas y de situaciones. Yo he estado muy cerca de muchos políticos y he visto cómo han llegado. Se tienen que dar una cantidad de situaciones particulares en beneficio del candidato que llega, que es casi imposible predecirlo”. Pero quizá ganar no es lo que le importaría, sino dividir el voto y evitar que el oficialismo siga conquistando todo a su paso.

Más recientemente, en Código Magenta, con Ramón Alberto Garza, matizó: “No es algo que yo esté buscando activamente porque mi vocación es distinta. Pero al mismo tiempo digo: si no hacemos algo por el futuro de nuestro país, nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros bisnietos, nos lo van a reclamar. Y si es necesario, pues haré lo que sea necesario. No estoy tan seguro que estén dadas las condiciones para que yo pueda ser un candidato ganador”. Es decir: no lo busca, pero tampoco lo descarta. Y en política, no descartar suele ser el primer paso para volverse opción.

Como buen empresario, Salinas Pliego presume a cada momento sus compañías y clientes: “La red de Totalplay la usan más de 20 millones de personas y es la única compañía que da banda ancha de verdad. Banco Azteca tiene 22 millones de usuarios y genera 100 millones de operaciones al día. Somos el remesero más grande de México. TV Azteca, a pesar de los cambios tremendos que ha habido en los hábitos de consumo, sigue siendo muy fuerte e influyente; y Grupo Elektra es una compañía muy grande. Operamos en seis países,” me dijo en abril. Al escucharlo, da la impresión de que con sus empresas y millones de clientes se siente igual o más poderoso que los políticos que ganan elecciones.

Lo que hace diferente a Salinas Pliego es su capacidad de hablarle a un electorado olvidado: los millones de mexicanos que no votan. En 2018 López Obrador arrasó con 30 millones de sufragios y una participación del 63%. En 2024, Claudia Sheinbaum rompió récord con 35.9 millones, pero apenas votó el 60% del padrón, lo que dejó fuera a casi 38 millones de abstencionistas. Ahí radica el terreno fértil para un outsider que podría ir por los profesionistas, emprendedores, millennials y centennials desencantados que no encuentran opciones en la política tradicional. Con casi 3 millones de seguidores en X y un estilo provocador que domina la agenda digital, Salinas Pliego cuenta con algo que casi ningún político profesional posee: atención permanente. Y la atención, en tiempos de hiperconexión, es capital político.

Los ejemplos internacionales le abren la puerta. Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, Mauricio Macri y Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador. Todos llegaron como antisistemas, desde fuera de la política, con discursos de ruptura frente al establishment. A Salinas Pliego ya lo comparan con ellos y su respuesta ha sido ambigua, pero la asociación es inevitable: si ellos pudieron, ¿por qué él no?

Este miércoles, por primera vez, la presidenta Claudia Sheinbaum fue cuestionada públicamente sobre la posibilidad de que el empresario busque la Presidencia. Que haya tenido que responder habla de su peso político aun sin partido ni destape formal. Y aunque la mandataria recurrió al argumento de los “adeudos” fiscales como imposibilidad para convertirse en candidato formal, el empresario ya es recurrentemente un tema de conversación y preocupación.

En Palacio Nacional recuerdan cómo Vicente Fox, con su persecución contra López Obrador, terminó por consolidarlo como candidato presidencial. Algo parecido podría suceder si Morena endurece los choques con Salinas Pliego, que ya ha denunciado persecuciones fiscales y regulatorias del gobierno de AMLO. Como hace dos décadas con López Obrador, victimizarlo podría convertirse en el combustible perfecto para catapultarlo como alternativa.

Encuestas de Consulta Mitofsky y Buendía & Márquez revelan que más del 40% de los mexicanos estarían dispuestos a votar por un candidato fuera de la política tradicional. Es un dato que no debería pasar desapercibido, pues el desgaste de los partidos tradicionales abre la puerta a un empresario, un académico o un líder social con aspiraciones reales en 2030.

La pregunta ya no es si Ricardo Salinas Pliego quiere, sino si llegado el momento podrá capitalizar el descontento de los abstencionistas, movilizar a la clase media apática y convertirse en un contendiente competitivo. Hoy el multimillonario repite que no le interesa ser “burócrata”, pero “si es necesario, hará lo que sea”. Entre la negación y la advertencia, el dueño de Grupo Salinas alimenta la especulación. Y en la política mexicana, cuando alguien insiste en que no, muchas veces lo que está haciendo es preparar el terreno para decir que sí.

Posdata 1

El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, puso sobre la mesa una cooperación inédita en seguridad… pero con condiciones implacables. “No hay ningún gobierno que esté cooperando más con nosotros que el Gobierno de México”, afirmó Rubio, reconociendo explícitamente las más de 55 extradiciones recientes y el aumento de los operativos conjuntos para contener el flujo de fentanilo, armas y combustible. Pero al tiempo que agradecía al gobierno de Claudia Sheinbaum vapuleaba al de su antecesor, López Obrador, contra quien Rubio ha despotricado en varias ocasiones.

A pesar de este reconocimiento, dejó claro que esta colaboración operará bajo un mecanismo de supervisión y un nuevo “grupo de implementación de alto nivel” encargado de vigilar el cumplimiento de los acuerdos.

En respuesta, la presidenta Sheinbaum intentó cambiar la narrativa con el recurso de soberanía. Antes del encuentro, declaró que “no es verdad” que tenga miedo de los cárteles ni esté “controlada” por ellos. Durante la reunión, subrayó que bajo ninguna circunstancia México aceptará “intervenciones, injerencias (…) que sean lesivas a la integridad, independencia y soberanía del país”.

Rubio no se limitó a seguridad. Consideró que la cooperación es la llave que desbloquea otros asuntos sensibles como migración, comercio, aranceles y la contención de la influencia china en la región. En un contexto marcado por la reciente acción militar de Estados Unidos contra el gobierno de Venezuela, el segundo de abordo del gobierno de Donald Trump defendió el ataque a la embarcación presuntamente cargada con droga, señalando que “el presidente tiene derecho a eliminar amenazas inminentes a Estados Unidos”.

La oposición en México, por su parte, reaccionó con cautela. Legisladores del PAN y Movimiento Ciudadano criticaron el sesgo numérico de la agenda estadounidense, alertando que la narrativa de “cooperación histórica” oculta una subordinación operativa. Empresarios del norte del país, aunque coincidieron en la necesidad de mantener el flujo comercial, exigieron que cualquier acuerdo no se traduzca en interferencias ni nuevas cargas regulatorias.

Posdata 2

Hablando de seguridad, el tema que dominó la agenda de Marco Rubio en su visita a México, uno de los puntos cruciales es la tecnología e infraestructura, como la que se usa en Estados Unidos, Europa e incluso otros países de la región latinoamericana, como Brasil.

Los gobiernos estatales y las dependencias federales requieren sistemas tecnológicos confiables para enfrentar al crimen organizado. Cámaras de vigilancia, centros de comando, radiocomunicación y plataformas de inteligencia se han vuelto tan indispensables como el despliegue policial.

Una de las empresas que presume ser la única en el país con certificación en Estados Unidos para manejar información sensible de seguridad, y que ha sido avalada por agencias estadounidenses y el Departamento de Estado, es Seguritech, la compañía que encabeza Ariel Picker y que ha sido señalada por sus competidores de tener relación directa con los gobiernos y gobernantes estatales.

Los servicios de Seguritech han sido contratados por el C5 de la Ciudad de México, el C4 de Guanajuato, el sistema de videovigilancia en Sonora, Durango, Estado de México, Baja California y Querétaro, además de proyectos federales con la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, la Guardia Nacional, la Agencia Nacional de Aduanas de México y, en su momento, el Cisen. Gobiernos priistas, panistas, morenistas y de coalición han echado mano de sus sistemas.

Esa transversalidad, sin embargo, ha terminado por atraparla en la polarización política. Seguritech se ha convertido en bandera de disputa, pues mientras que en el terreno operativo es vista como una necesidad, en el discurso público aparece como blanco de auditorías, acusaciones y defensas encontradas.

Posdata 3

El lunes adelanté los nombres de quienes integrarían el nuevo Órgano de Administración Judicial (OAJ), emanado de la reforma estructural a dicho Poder de la Unión. De los cinco integrantes que mencioné en mi columna, cuatro se confirmaron tal cual: Néstor Vargas Solano, Suri Berenice Romero Domínguez, Lorena Josefina Pérez Romo y José Alberto Gallegos Ramírez. La única corrección es que, en lugar de Greysi Muñoz, la designada fue Catalina Ramírez Hernández.

El órgano quedó presidido por Vargas Solano, exconsejero jurídico de la jefatura de Gobierno capitalina y cercano a la presidenta Sheinbaum. Lo acompañan Romero Domínguez, exencargada de la Profeco; Pérez Romo, magistrada penal del Poder Judicial Federal; Ramírez Hernández, con experiencia en temas indígenas en Hidalgo; y Gallegos Ramírez, exfuncionario del INPI. Cada nombramiento refleja la nueva correlación de fuerzas entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.

Con esta conformación, el OAJ sustituye al Consejo de la Judicatura Federal y será el encargado de administrar recursos, personal y operación del Poder Judicial. Más allá de la novedad institucional, el mensaje es político, pues se consolida el control administrativo de la Corte bajo un esquema colegiado que responde a la lógica de la Cuarta Transformación.

También tomaron protesta los nuevos integrantes de la Sala Superior del TEPJF, Claudia Valle Aguilasocho y Gilberto de Guzmán Bátiz García, elegidos por voto judicial. Valle Aguilasocho iba a convertirse en la próxima presidenta del tribunal, impulsada por los llamados “Felipes” (De la Mata y Fuentes), argumentando el criterio de paridad de género, pero finalmente se confirmó que Bátiz García será el nuevo magistrado presidente, a partir del 1 de noviembre, tras haber obtenido un mayor número de votos.

@MarioMal

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