Finalmente, después de meses de haberse suspendido, se han retomado las negociaciones entre Irán y las potencias, para intentar revivir el acuerdo nuclear que Trump abandonó en 2018. Hay, sin embargo, bastante pesimismo en el ambiente. Previamente, hubo seis rondas de negociaciones en las cuales, por cierto, Washington y Teherán nunca conversaron de manera directa. Para Irán, EU abandonó un acuerdo que tomó mucho tiempo negociar y, por tanto, hasta que no retire las sanciones que impuso, no hay nada nuevo que hablar. Pero hay quienes piensan que, pasados los años, Irán ha encontrado cómo resistir a las sanciones, sacando ventaja, además, de la salida de Washington del acuerdo para ir efectuando importantes progresos en su proyecto nuclear. Adicionalmente, Teherán se ha aprovechado de la creciente rivalidad entre EU y sus dos mayores rivales, China y Rusia. Más aún, la opción militar—un ataque de Washington o sus aliados para destruir las instalaciones nucleares de Irán—parece poco viable en este momento. Gracias a esa combinación de factores, Irán parece estar proyectando una posición de fuerza que hace a algunos analistas dudar de si realmente está buscando un acuerdo, o solo busca prolongar la situación, para posteriormente culpar a Washington de intransigente. O bien, tal vez ese no es necesariamente el caso. Van unas notas al respecto:

1. El “Plan Conjunto de Acción Integral”, o JCPOA por sus siglas en inglés, firmado en 2015, tenía el objetivo de limitar la actividad nuclear de Irán a un grado tal que le fuese imposible construir una bomba atómica durante un período de tiempo de 10 a 15 años, a cambio de liberar a ese país de todas las sanciones económicas que le habían sido impuestas a lo largo del tiempo.

2. Trump, quien criticaba este acuerdo como el peor de la historia, prometió conseguir términos mucho más favorables para EU e implementó una estrategia de presión máxima. Primero, amenazó con abandonar el acuerdo. Luego, en mayo del 2018, lo hizo. Paulatinamente fue reactivando cada una de las sanciones en contra de Teherán e incluso las incrementó a un nivel hasta entonces inexplorado. Pero nada de eso consiguió suavizar la posición de Irán o sentarle a negociar. De hecho, sucedió lo contrario: su postura se fue endureciendo. Argumentando que EU incumplió sus compromisos del acuerdo nuclear, Irán también fue escalando su nivel de incumplimiento y actualmente se encuentra mucho más cerca de armar una bomba atómica que en 2018, si tomase la decisión de hacerlo.

3. Los argumentos que se esgrimían en contra del acuerdo en 2015 siguen vigentes: (a) El pacto tenía fecha de caducidad de 10 a 15 años tras los cuales Irán podría retornar a su actividad nuclear anterior; (b) El programa de misiles estaba excluido del acuerdo, por lo que Irán, ahora beneficiado por la inversión y la entrada de flujos económicos importantísimos, podía seguir desarrollando misiles balísticos durante los años de vigencia del pacto, y (c) El acuerdo no restringía la actividad de Teherán en su región en contra de intereses de los firmantes o sus aliados, lo que incluye el apoyo a milicias y organizaciones consideradas terroristas, como Hezbollah, y, por tanto, cuando Irán volviera a llenar sus arcas, estas actividades serían impulsadas.

4. Estos argumentos, en 2021 se han solidificado. La fecha de caducidad está hoy mucho más cerca que cuando el convenio se firmó y, por tanto, el momento en el que Irán vería legitimada su actividad nuclear está a pocos años de ocurrir. Además, actualmente se cuenta con más evidencia acerca de que el proyecto nuclear iraní tuvo fines militares, no civiles, desde el inicio. Por último, argumentan quienes critican al JCPOA, Irán ha probado una y otra vez que su actividad regional y el apoyo que brinda a grupos y milicias para expandir su esfera de influencia, resulta altamente perjudicial para los intereses de EU y sus aliados. Su conclusión, por tanto, es que Biden no debe de ninguna manera retornar al pacto del 2015 en su formato original.

5. Aún así, con el compromiso de revivir una serie de acuerdos que Trump había abandonado, y restituir de ese modo, un mayor orden y predicción en las relaciones internacionales, incluso en las conflictivas, Biden inició un proceso de negociaciones indirectas con Teherán desde hace meses. Washington afirmaba que era posible lograr un pacto temporal para, en negociaciones futuras, resolver los huecos del JCPOA original.
6. Para ello, la Casa Blanca estaba buscando sellar un acuerdo antes de que el presidente Rohani dejara el cargo, pero las conversaciones se estancaron entre mayo y junio. Vinieron las elecciones en Irán. En agosto, tomó posesión Raisi, un mandatario de línea más dura y con una mucho mayor cercanía con el líder supremo, el Ayatola Alí Khamenei, quien tiene la última palabra ante cualquier convenio. El nuevo gobierno en Teherán dijo que necesitaba tiempo para reanudar las negociaciones, lo que reflejaba que, a pesar de la dramática situación económica en Irán y la urgencia para aliviarle de las duras sanciones impuestas por Washington, Raisi no solo parecía no tener prisa, sino que estaba sacando provecho del panorama más amplio que observaba.

7. Adicionalmente, Teherán nombró como viceministro exterior a Ali Bagheri Kani, un diplomático de línea dura, en reemplazo del viceministro Araqchi, bastante más pragmático, quien fuera el negociador en jefe de la delegación iraní cuando se firmó el acuerdo del 2015 con Obama. Bagheri, en cambio, formó parte del equipo de negociaciones del expresidente Ahmadinejad del 2007 al 2013, conocido por su hostilidad en su trato con Occidente. Bagheri es, además, familiar del Ayatola Khamenei.

8. Hay análisis que sostienen que Irán está empelando tácticas dilatorias para después culpar a Washington de su intransigencia y legitimar sus progresos nucleares. Esto se debería a que, después de tantos años, Teherán ha aprendido a sobrevivir con las sanciones. A pesar de su impacto negativo, hasta ahora, las sanciones no han logrado hacer al régimen colapsar y Teherán no prevé riesgos inminentes que hagan pensar lo contrario. Además, gracias a las relaciones que Irán mantiene con los dos grandes rivales de Washington, Rusia, y especialmente con China—con quien ha sellado un amplio pacto de colaboración que incluye una asociación económica de miles de millones de dólares, una cooperación militar sin precedentes entre esos dos países, transferencia de tecnología china a Irán y colaboración para fabricación de armamento—el régimen estima que podrá seguir adelante aunque no se logre un acuerdo, además de que podrá seguir progresando en su proyecto nuclear sin restricciones.

9. Esa combinación de factores permiten a Irán partir de determinadas exigencias: (a) Para Teherán, no estamos ante negociaciones nucleares—esas ya ocurrieron hace años—sino en negociaciones para liberar a su país de las “sanciones injustamente impuestas”; (b) EU debe regresar al acuerdo existente sin condiciones; (c) se debe garantizar que el acuerdo sobreviva a los cambios en las dirigencias de cualquiera de las partes (pensando en que en un futuro pudiera regresar Trump o alguien de postura similar); (d) Irán no quiere un acuerdo temporal, y (e) se deberá garantizar que nunca más se impongan al país sanciones como las actuales.

10. Seguramente, se trata de posiciones que tendrán que ajustarse. Pero desde cierta perspectiva, existe la apariencia de que Biden no tiene demasiado margen de maniobra. La opción militar no parece viable. Esta Casa Blanca, recién salida de Afganistán, según se está interpretando, no estaría dispuesta a una nueva escalada en esa zona del mundo, cuando tiene otras prioridades mucho más serias. Ni siquiera existe un respaldo suficiente para sostener que alguno de los aliados de EU, como pudiera ser Israel, tienen la capacidad material y logística de lanzar un ataque militar contra Irán que sea lo suficientemente eficaz como para destruir en el mediano o largo plazo el proyecto nuclear de ese país.

11. Aún así, el espacio para negociar no es inexistente. A pesar de las diferentes posiciones al interior del propio Irán, es importante entender que, si en el pasado se firmó el acuerdo, y si en este mismo año hubo seis rondas de negociaciones previas, es porque el líder supremo, el Ayatola Alí Khamenei, así lo permitió. Y si lo permitió, esto es en esencia porque, de lograr liberar a Irán de las asfixiantes sanciones, se viene un futuro mucho más promisorio para el país y para la propuesta ideológica que el régimen de la revolución islámica representa (Barel, 2021). Solo considerar que, en este mismo momento, Teherán tiene una gigantesca cantidad de reservas de petróleo acumuladas, las cuales podrían, en caso de un acuerdo, liberarse y generar ingresos considerables cuando más se necesitan. La preocupación de quienes se oponen al convenio, tanto dentro como fuera de EU (por ejemplo, Israel y otros países de la región) es que, ante su escaso margen de maniobra, Biden ceda en exceso y se firmen términos incluso más desfavorables para sus intereses que los del actual JCPOA.

Lo que sigue, por tanto, es mantenernos pendientes de cada paso. Así como hay gente (en todos los bandos) opuesta a que las negociaciones prosigan, hay mucha gente trabajando de manera firme para restablecer lo que en 2015 se había logrado, y resolver, poco a poco, los problemas y huecos de aquél mal acuerdo, pero acuerdo al fin. Ya en su momento analizaremos lo que ahora se pacte, o bien, los posibles escenarios en caso de que no haya acuerdo.

Twitter: @maurimm

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