Hace unos días la naturaleza se ensañó con el bello puerto de Acapulco y sus alrededores, la fuerza del huracán “Otis” golpeó con toda su furia a uno de los paraísos turísticos más queridos y reconocidos a nivel internacional, pero más grave, a su población.

El viento se llevó la vida de decenas de personas que no pudieron salvarse y que fueron sorprendidas ante el verdadero poder: la naturaleza, que rebasa a los seres humanos.

Arrasó con todo lo que encontraba a su paso, hogaresedificiosautomóvilesrestauranteshoteleslanchasbarcos establecimientos mercantiles.

Lo que el viento se llevó también fue el patrimonio, es decir, los bienes materiales; el paso de “Otis” les arrancó de un soplo lo poco que habían labrado durante años. Muchas familias se quedaron sin nada, el viento se llevó todo, pero más aún, la tranquilidad, los sueños y el porvenir.

Muchas teorías pueden explicar los expertos de los fenómenos naturales, pero lo que es un hecho es que nada puede hacer el ser humano contra la fuerza de la naturaleza.

Se calcula que están afectadas más de un millón de personas, lo cual da un reflejo del tamaño del ojo del huracán que dejó sin hogar, sin sustento, sin agua, sin energía eléctricasin internet y líneas telefónicas al pueblo guerrerense. Complicándose aún más, con el peligro de infecciones por la afectación del funcionamiento de drenajes y falta de agua.

Las imágenes son desoladoras, la gente busca en primer lugar a sus seres queridos hoy desaparecidos, luego, alimentos, agua, etc., que empezó a llegar gracias a la solidaridad que ha caracterizado siempre al pueblo mexicano como en otro tipo de tragedias derivadas de fenómenos naturales.

“Otis” ha marcado un antes y un después en la vida de muchos mexicanos y de este bello puerto turístico del pacífico y sus alrededores, que en cuestión de horas los dejó en ruinas y escombros. De las ruinas debemos levantar al paraíso que muchos disfrutamos, lo que no se llevó el viento es la solidaridad y la fuerza de muchos mexicanos, así como los bellos recuerdos que han sido parte de nuestras vidas. Miles de visitantes disfrutamos durante años la belleza de dicho puerto, por ello, no se llevará el futuro del pueblo guerrerense.

La destrucción fue por doquier, mandándonos un severo mensaje a los mexicanos que las divisiones y las confrontaciones no suman ante este tipo de tragedias y que la naturaleza nos da muchas lecciones, unas más severas que otras.

Hoy los ojos de México están puestos en la ayuda a nuestros hermanos guerrerenses y, por ende, en Acapulco y sus alrededores, después de la destrucción viene la reconstrucción. No será fácil ni rápida, sino muy costosa y dolorosa por las pérdidas humanas y materiales, pero sin duda; la unión de los mexicanos hará que sea lo más pronto posible.

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