Mayo es un mes curioso en lo que a inflación respecta. Es común ver descensos en precios respecto al mes previo principalmente debido a la entrada en vigor de los subsidios a las tarifas eléctricas en una parte importante del país. En 2023, la inflación mensual cayó 0.22%, en 2024 la caída fue 0.19%. En esos años, la disminución —por el subsidio mencionado— de los precios de los energéticos impulsó la caída del componente no subyacente —el que prácticamente no responde a condiciones de mercado— de la inflación que contribuyó a esas caídas mensuales.

Sin embargo, en mayo de este año no se vio el mismo comportamiento. Sí, arrancaron los subsidios y en consecuencia la disminución de los precios de los energéticos, pero esta caída no fue suficiente para llevar a un negativo en el ritmo de crecimiento del componente no subyacente de la inflación, que terminó aumentando 0.23%, llevando la inflación mensual a 0.28%, por arriba de la expectativa de los analistas.

La inflación anual, la que se obtiene comparando los precios de mayo de este año con los de mayo de 2024, subió a 4.42%. La de abril fue 3.93%, 3.80% la de marzo y 3.77% la de febrero. Varias lecturas al alza de la inflación sugerirían algo más allá de un mero repunte derivado de algún ajuste momentáneo o resultado de un factor exógeno.

La intención que ha expresado Banco de México —de manera cautelosa como es su responsabilidad— de continuar el ciclo de disminución de tasas por los altos niveles en los que se encontraba ya la tasa de interés real podría complicarse. Su mandato radica en mantener el poder adquisitivo de la moneda mexicana y si bien esta es la primera lectura en meses que saca del rango la métrica inflacionaria, es la tendencia que se observa en el año la que tendría que considerarse.

No creo, sin embargo, que este dato impacte demasiado en la decisión que tome el banco central en la siguiente reunión de política monetaria que tendrá lugar a finales de junio. Por un lado, la inflación al productor sugiere que los precios de algunas mercancías y servicios se ha estabilizado, y por otro, mientras el dólar estadounidense siga debilitándose, el componente “importado” de la inflación de suaviza. No sorprendería otra reducción el 26 de junio.

El consumo interno muestra señales ya de un enfriamiento. El crecimiento del gasto de los hogares se ha moderado, en parte por la normalización del mercado laboral y en parte por la pérdida paulatina del impulso fiscal —que incluye el gasto electoral de 2024 y los programas de transferencias— observado en años recientes. Esto le da un pequeño respiro a la Junta de Gobierno del Banco de México, que no enfrenta —al menos por ahora— una presión simultánea desde la demanda interna.

De cualquier manera, el dato de mayo obliga a mantener una postura de cautela. Si bien la inflación subyacente —esa que responde más a condiciones de mercado y es clave para decisiones de política monetaria— sigue en descenso, ha frenado el ritmo de descenso. El reto es balancear: un recorte prematuro podría revivir presiones inflacionarias; mantener la tasa demasiado tiempo podría frenar innecesariamente la actividad económica, en un año que ansía cualquier noticia para salir del estancamiento.

Así que mayo sí fue un mes curioso. La inflación sigue ahí, aunque más tranquila, y el banco central tendrá que caminar con paso firme y con ojo clínico.

Valeria Moy

@ValeriaMoy

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