Viajes de miedo. Episodios de pesadilla.

Así describen los conductores de camiones de carga las travesías por las más importantes carreteras de México.

Por las noches, los choferes han dejado de pararse, para dormir, en los lugares en los que lo habían hecho siempre. Esos puntos se han convertido en blancos de la delincuencia.

Ahora, todo lo hacen con temor. Detenerse para cambiar un neumático, reparar una falla mecánica e incluso para cargar combustible.

En tramos como el que va de Querétaro a San Luis Potosí, a través de la carretera federal 57, los choferes tienen miedo de entrar.

Ahí los robos ocurren a diario, y especialmente de noche, según sostiene el presidente de la Alianza Mexicana de Organizaciones de Transportistas, AMOTAC, Rafael Ortiz Pacheco:

“Cuando menos piensas estás rodeado ya por tres camionetas que te balean para que te detengas”.

Los conductores que de noche transportan alimentos perecederos, refrescos, abarrotes, combustible, ropa, zapatos, materiales de construcción, aparatos electrónicos o de línea blanca, lo hacen resignados, “con la conciencia de que puede venir lo peor”.

Según el presidente de AMOTAC, que agrupa a 80 mil propietarios y más de 400 mil vehículos de carga pesada, el asalto a transportistas está disparado: en mayo de 2021 hubo seis asaltos en un día, “y algunas veces llegamos a contar hasta 40 casos en un mes”.

Noche a noche, en las carreteras hay conductores acribillados a quemarropa (algunas veces frente a los miembros de su familia, quienes suelen acompañarlos) o choferes privados de la libertad que por regla general son golpeados brutalmente.

Los focos rojos se encendieron desde 2019 y 2020. Aumentaron los asaltos y aumentó la violencia en contra de los conductores. Para el gobierno federal, todo esto era un indicador del éxito que la administración de Andrés Manuel López Obrador estaba obteniendo en la lucha contra el huachicol:

“El delincuente muta. Si le cierras una puerta busca otra dónde robar”, declaró un funcionario de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.

El éxito en el combate al huachicol no fue nada arrollador, como se ha visto, pero los robos de unidades y mercancías se extendieron sobre en todo en carreteras del centro del país: un promedio de 20 asaltos diarios en Querétaro, Hidalgo, Estado de México, Puebla y Veracruz.

Desde inicios de 2021 la AMOTAC llamó la atención de la Guardia Nacional. En diversas intervenciones en medios, los dirigentes nacionales y estatales de esa organización bosquejaron el drama que los transportistas estaban viviendo. Un año antes, los asaltos habían crecido 64%.

En la mayor parte de los casos, según las descripciones de las víctimas, los grupos de asaltantes están formados por entre seis y nueve personas, quienes inician la persecución de las unidades y, muchas veces a tiros, las obligan a pararse.

Estos comandos se comunican a través de aparatos de radiocomunicación con otros miembros de la célula que, apostados a cierta distancia, avisan sobre el paso de vehículos policiacos y sobre cualquier otra novedad.

La mayor parte de los robos se hacen sobre pedido: los delincuentes buscan mercancías de fácil reventa o llevan ya una consigna determinada.

En más de 70% de las ocasiones el robo sucede mientras los vehículos se hallan en tránsito. En casi 70% de los casos, el conductor es privado de la libertad.

La Alianza Mexicana de Organizaciones de Transportistas buscó la interlocución del gobierno federal a lo largo de dos años. “No quieren oír. Hallamos oídos sordos, como ocurría con otros gobiernos. Nadie ha escuchado nuestras peticiones de mayor seguridad: nos siguen robando, nos siguen matando, nos siguen secuestrando y la autoridad no interviene por corrupción o por miedo”, dice Ortiz Pacheco.

Ayer, los transportistas llevaron a cabo un paro nacional en carreteras de Guerrero, Querétaro, Guanajuato, Hidalgo, Chihuahua, Morelos, Michoacán, el Estado de México, San Luis Potosí, Nayarit, Quintana Roo, Campeche y Tabasco…

El paro dejó ver un trozo más de esa realidad que hace añicos los discursos: un país que sería de nadie, si no fuera porque es, en largas franjas, del crimen organizado.

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