El 30 de noviembre, escribí lo siguiente en estas páginas:  
 
“Antes de que presuman desde el gobierno, les adelanto que, considerando las cifras disponibles hasta hoy, el total de homicidios en noviembre disminuyó significativamente con respecto a octubre. Medido en promedio diario, la caída se va a ubicar en torno a 14%. Y en contraste con noviembre de 2021, la reducción va a ser cercana a 8%...Es más, estimo que, comparado con noviembre de 2018, último mes de la administración Peña Nieto, el número de homicidios cometidos el mes pasado se va a ubicar 10 a 12% abajo.” 
 
Pues ayer el gobierno dio a conocer las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNP) correspondientes al mes de noviembre y esto muestran: 
 
1.- Usando un promedio diario y comparando con el mes de octubre, el número de víctimas de homicidio doloso y feminicidio disminuyó 14.8% en noviembre. 
2.- En contraste con noviembre de 2021, la caída fue de 9.1% 
3.- Comparado con noviembre de 2018, la reducción fue de 13.2% 
 
Creo que no estuvo mal mi pronóstico. Y no es porque tenga grandes dotes de oráculo, sino porque la evolución de la violencia homicida en el país se ha vuelto perfectamente previsible. Baja en algunos meses, sube en otros. A veces hay movimientos un poco más abruptos en una u otra dirección, pero casi nunca hay grandes sorpresas.  
 
Así como pronostique de más o menos acertada los resultados de noviembre, les puedo anticipar que en diciembre se va a registrar un incremento importante con respecto al mes previo y en comparación con el mismo mes del año anterior, manteniéndose casi sin movimiento con respecto a diciembre de 2018, primer mes de la actual administración. 
 
Esa es la gran tragedia de este asunto. El gobierno seguirá presumiendo pequeños movimientos en el margen, pero la realidad es que estamos muy cerca de donde nos encontrábamos al inicio de la actual administración. Y, con toda probabilidad, esto va a persistir por lo que queda del sexenio. 
 
La alta incidencia de violencia letal en México es un problema sistémico y estructural que no puede resolverse sin una transformación de fondo del aparato de seguridad y justicia. No es un problema que se resuelva con patrullajes militares. No es un fenómeno que pueda ser controlado mediante la mera presencia de fuerzas federales. No puede ser inhibido con cuarteles de la Guardia Nacional. 
 
Esto requiere de mayores capacidades de investigación criminal, particularmente en el ámbito local. Se necesitan policías e investigadores en los municipios, operando de la mano (pero no en posición de subordinación) con las fiscalías estatales. Y si se quiere tener algo de prevención, habría que implementar programas con evidencia en la mano y no suponiendo que cualquier apoyo social, repartido con el criterio que sea, tiene efectos de contención de la violencia. 
 
Nada de eso se está haciendo. Nada de eso está en el radar de las actuales autoridades federales y resulta impensable que, a 21 meses de un cambio de gobierno, vaya a registrase algún giro en la política pública. 
 
Entonces vamos a seguir como estamos ahora, con algunos meses buenos y algunos meses malos, pero sin una reducción sostenida y consistente de la violencia letal.

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