Puebla alberga una riqueza natural tan vasta que algunos de sus paisajes parecen salidos de otro mundo. Desde lagos volcánicos, hasta fenómenos atmosféricos que transforman montañas en mares de nubes, estos cinco tan impresionantes que no parecen reales son prueba de la belleza sobrenatural que guarda este estado del centro de México.

1. Laguna de Alchichica

La Laguna de Alchichica es conocida como el "mar de Puebla" por su alta salinidad y sus aguas que cambian de tonalidad del negro al azul turquesa, según la época del año. Este cuerpo de agua se formó hace más de 13 mil años en el cráter de un volcán extinto y es considerado el más profundo de su tipo en México, con hasta 60 metros de profundidad.

Alchichica no solo es un espectáculo visual: alberga especies únicas como el ajolote endémico del lugar y estromatolitos, estructuras microbianas milenarias que han sobrevivido desde los albores de la vida en la Tierra. El sitio también forma parte del archipiélago de los axalapazcos y ha sido clasificado como una región hidrológica prioritaria por su enorme valor científico y ecológico.

2. Mar de nubes

En la Sierra Norte de Puebla, específicamente en el Pueblo Mágico de Tetela de Ocampo, ocurre uno de los fenómenos naturales más asombrosos: el mar de nubes. En ciertas mañanas, una densa capa de neblina cubre los valles y se extiende por encima de las montañas, creando la ilusión de estar ante un océano flotante.

El punto ideal para admirarlo es el mirador natural de la comunidad de José María Morelos, ubicado a solo 20 minutos del centro del pueblo. Para vivir la experiencia completa, se recomienda llegar antes del amanecer, cuando el clima favorece este fenómeno. La escena es tan surrealista que pareciera una postal mágica, perfecta para los amantes de la naturaleza y la fotografía.

Mar de nubes | Foto:  X
Mar de nubes | Foto: X

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3. Grutas Karmidas

En el municipio de Zapotitlán de Méndez, las Grutas Karmidas ofrecen una experiencia completamente fuera de lo común. Este sistema de cavernas centenarias resguarda estalagmitas y estalactitas que, bajo ciertas condiciones de luz, generan un fenómeno conocido como “lluvia de estrellas”.

Durante la temporada seca, de octubre a abril, los minerales incrustados en las paredes y techos brillan con intensidad, como si el cielo se hubiera trasladado bajo tierra. La visita incluye un recorrido por cinco salones naturales: el Salón de los Diamantes, el Blanco, el de los Recuerdos, el del Silencio y la Laguna Encantada. Una joya subterránea que merece ser explorada con guía especializada.

4. Puente Colgante Tibetano Nuboso

Ubicado en lo alto del Cerro Cabezón, en el Pueblo Mágico de Tlatlauquitepec, el Puente Colgante Tibetano Nuboso es una experiencia que combina adrenalina, paisajes imponentes y un toque de misticismo. Con 150 metros de longitud y suspendido a 100 metros de altura, este puente desafía a los visitantes más valientes a cruzar entre las montañas a través de una delgada estructura con cuerdas y sin barandales laterales.

Inspirado en los puentes de montaña del Tíbet, ofrece vistas espectaculares del bosque nuboso y, en ciertas temporadas, se ilumina durante la noche, creando una postal mágica que parece sacada de un sueño. El crujir de las tablas y el vaivén del puente aumentan la emoción, pero la experiencia está respaldada por estrictas medidas de seguridad, como el uso obligatorio de arnés. Solo los verdaderos aventureros se atreven a cruzarlo, buscando superar sus miedos y conectar con la naturaleza desde las alturas.

Esta increíble imagen da una idea de lo desafiante que es cruzar el puente tibetano de Tlatlauquitepec | Foto: Instagram luistlap
Esta increíble imagen da una idea de lo desafiante que es cruzar el puente tibetano de Tlatlauquitepec | Foto: Instagram luistlap

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5. Cascada San Agustín Ahuehuetla (El Aguacate)

Enclavada en el corazón de Huehuetlán el Grande, la Cascada de San Agustín Ahuehuetla, mejor conocida como "El Aguacate", es un verdadero santuario natural. Este paraíso escondido a tan solo tres horas de la Ciudad de México destaca por su espectacular caída de agua de hasta 12 metros, que forma pozas cristalinas con tonos turquesa y jade, gracias a los minerales del entorno.

El acceso implica una caminata de casi 2 kilómetros entre ahuehuetes centenarios, aves, mariposas y peces, lo que convierte la visita en una inmersión total en la biodiversidad poblana. Este destino no solo es ideal para practicar senderismo y nadar en sus aguas frescas, sino también para desconectar del estrés cotidiano y reconectar con la esencia natural.

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