El consumo de alimentos ultraprocesados afecta la salud, pero están por doquier, sin que muchos consumidores conozcan en realidad qué son. Se dice, entre otros elementos, que causan obesidad, hipertensión, diabetes, y no deben ser consumidos por menores de edad.

Un primer paso es definir que los alimentos procesados son aquellos que se modifican respecto a su estado natural mediante procesos de conservación, cocción o fermentación. Por ejemplo, panes, quesos y conservas vegetales.

Por su parte, los alimentos ultraprocesados son formulaciones a base de sustancias extraídas o derivadas de alimentos. Contienen aditivos que les proporcionan color, sabor o textura para intentar imitar los alimentos naturales. Y, por tanto, están nutricionalmente desequilibrados.

Tienen un alto contenido en azúcares, grasas totales, grasas saturadas y sodio, y un bajo contenido en proteínas, fibra, minerales y vitaminas en comparación con los productos y comidas sin procesar o con procesamiento mínimo.



Tal y como se aprecia en los sellos que exhiben muchos productos en los que se indica con claridad sus excesos.

Esos sellos por norma se plasman, entre otros, en refrescos, jugos, leches saborizadas, galletas, pasteles, aderezos, papas fritas, snacks salados o dulces, helados, chocolates y caramelos, cereales endulzados y barras “energizantes”.

En suma, los ultraprocesados propician la obesidad y poco saludables. El consumo frecuente de los ultraprocesados incluso puede contribuir al desarrollo de diabetes tipo 2.

Ante este panorama, resulta obligado modificar, en la medida de lo posible, los hábitos alimenticios para tratar de evitar el consumo de ultraprocesados.

Al respecto, algunas de las principales recomendaciones son:

- Elegir alimentos frescos.

- Sustituir alimentos ultraprocesados por alimentos tradicionales.

- Leer el etiquetado frontal de los productos; muchos sellos equivalen a un mayor riesgo.

-Aumentar el consumo de agua simple. O sea, aquello de comer frutas y verduras no es una mala opción.

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