Dentro de la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán se encuentra una joya escondida en la región de la Mixteca Poblana. Conocido como el pueblito de la sal, este municipio alguna vez fue mar. Este lugar semidesértico sorprende con su historia milenaria, su biodiversidad única y la tradición ancestral de producción de sal que se mantiene viva desde la época prehispánica.
Este pueblo se localiza al sur del municipio de Tehuacán, dentro de la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán. Hace millones de años, este territorio formó parte del fondo marino, lo que explica la gran concentración de sales en el subsuelo. Hoy en día, su peculiar paisaje —dominado por cactus columnares y suelos salinos— es testimonio de su origen geológico.
El nombre “Salinas” no es casual: aquí la sal no se extrae del mar, sino de pozos naturales conocidos como parajes, donde el agua salada se evapora para obtener sal de forma artesanal, tal como lo hacían las civilizaciones originarias.
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Los complejos de producción de sal en Zapotitlán están conformados por pozos de agua salada, estanques de evaporación y bodegas para almacenamiento. Esta técnica milenaria no ha sido industrializada, y su sostenibilidad es reconocida como patrimonio vivo de la comunidad.
Este jardín in situ de 100 hectáreas es uno de los más importantes de México en su tipo. Alberga cientos de especies endémicas, sobre todo cactáceas, y ofrece recorridos guiados por guardabosques comunitarios. Uno de los atractivos principales es el sendero al Cerro del Cuthá, una montaña sagrada con vestigios ceremoniales popolocas de más de mil 300 años.
Frente a la plaza central, este pequeño pero completo museo muestra piezas arqueológicas, biológicas y geológicas donadas por la misma comunidad. Es una parada obligada para entender la historia natural y cultural del pueblo salinero.
A las afueras del pueblo, una cueva utilizada por dominicos durante la Colonia aún conserva murales elaborados con pinturas vegetales. Muy cerca están Las Salinas Grandes, donde se continúa la producción de sal con métodos ancestrales.
Sí. Millones de años atrás, esta zona era un lecho marino. Con el paso del tiempo, el agua se retiró y dejó depósitos minerales, entre ellos sal, además de fósiles marinos. En el cercano poblado de San Juan Raya, es posible caminar sobre antiguos cauces secos y observar huellas de dinosaurios y fósiles de caracoles incrustados en las piedras.
San Juan Raya es otro tesoro cercano que forma parte del recorrido. Allí se encuentra un museo de paleontología y se puede realizar una caminata hasta un sitio donde se hallaron huellas de dinosaurios de tres dedos, descubiertas en 2006. También se visita el Santuario de la Pata de Elefante, un árbol milenario de 9.5 metros de circunferencia, lleno de simbolismo.
Zapotitlán Salinas no es solo un destino turístico, sino una experiencia viva. Su paisaje, su gente y sus costumbres milenarias invitan a reflexionar sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza. Al visitar este pueblito de la sal que alguna vez fue mar, te llevas algo más que fotografías: te llevas una lección de respeto, sabiduría y sustentabilidad.