La temporada de Semana Santa envuelve ritos y ceremonias religiosas, algunas de ellas dictadas por la iglesia católica y otras más establecidas por los feligreses, como lo es la procesión de Los Engrillados de Atlixco.

En este Pueblo Mágico, ubicado a 30 minutos de Puebla capital, año con año pobladores y turistas acuden a presenciar una de las peregrinaciones más dolorosas y llenas de fe que se desarrolla únicamente el Viernes Santo.

¿QUÉ SON LOS ENGRILLADOS DE ATLIXCO?

Se trata de una peregrinación que realizan cerca de cien hombres mayores de edad, con el objetivo de expiar alguna culpa o agradecer un favor especial recibido por Dios.

La mayoría cumple con esta promesa durante tres años seguidos, pero existen quienes año con año participan, tal como lo heredaron de sus padres o abuelos, pues la procesión de Los Engrillados de Atlixco data de hace poco más de 100 años.

No hay una fecha certera, pero entre los atlixquenses se menciona que fue en el año 1915 cuando se conoció del primer engrillado, quien al interior del hoy ex convento de San Francisco se flagelaba por las noches para pedir perdón por los pecados cometidos.

Poco a poco la leyenda llegó a oídos de feligreses, quienes vieron en el castigo una manera de pedir perdón a Dios, prepararse espiritualmente para vivir la Semana Santa y renovar su alma.

Los Engrillados de Atlixco se distinguen de las procesiones que se realizan durante este periodo en Puebla, pero se asemeja a otras que se llevan a cabo en el país, como Los Encruzados de Taxco, Guerrero.

​Engrillados de Atlixco, procesión de dolor y fe
​Engrillados de Atlixco, procesión de dolor y fe

Antes de la pandemia, esta peregrinación era conformada por cerca de 100 penitentes pero para esta ocasión se espera participen máximo 20 personas mayores de 18 años de edad.

Los participantes se preparan de manera física previo a la procesión, algunos corren o levantan pesas, pero también “limpian su alma” de toda culpa acudiendo a su confesor y realizan ejercicios espirituales como lectura de la Biblia, y alimentación balanceada.

Para la procesión, los feligreses solo usan un taparrabos y cubren por completo su cabeza con el objetivo de proteger su identidad, pues señalan que así como la biblia dicta: “que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda”, cuidan que los asistentes no conozcan a los participantes.

El resto del cuerpo luce desnudo y los pies descalzos. De sus cuellos cuelgan pesadas cadenas hasta la cintura, grilletes en manos y pies que, en total, pesan cerca de 70 kilos de metal.

En los brazos, piernas y espalda mantienen clavados erizos de huizache, los cuales recolectan una semana previa al Viernes Santo.

En las manos portan una cesta con unos pocos limones partidos a la mitad, ya que es lo único que pueden probar a lo largo de todo el trayecto de casi 5 kilómetros, porque que no pueden probar agua.

Al ir cubiertos de la cabeza, cada uno de los penitentes es escoltado por dos personas del comité organizador, quienes los guiarán a lo largo de la procesión marcada por tapetes de aserrín de colores y flores naturales sobre las calles de Atlixco.

La peregrinación comienza a las 12:00 horas, lo que representa que, dependiendo de las condiciones del clima, tenga que soportar los aniquilantes rayos del sol sobre el cuerpo y en las plantas de los pies.

RUTA DE LA PROCESIÓN DE LOS ENGRILLADOS

Parten del Ex Convento de San Francisco hasta llegar al templo de la Virgen de la Asunción. Una prueba de dolor y cansancio que dicen quienes la han realizado, no se compara con lo que sufrió Jesucristo desde su aprehensión hasta crucifixión.

Este caminar se desarrolla en completo silencio y ante la mirada de cientos de asistentes, quienes solo escuchan el arrastrar de las cadenas, y en ocasiones alguna queja o rezo de los penitentes, quienes -en ocasiones- al terminar la ruta son auxiliados por paramédicos de la Cruz Roja.

Una vez que se cumple la manda, los organizadores ofrecen comida y agua solo a los participantes, quienes con el solo hecho de demostrar su fe y devoción animan a más hombres a querer vivir esta ofrenda física el próximo Viernes Santo.

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