El próximo 3 de mayo se celebra el Día de la Santa Cruz, una fecha en la que los trabajadores del sector de la construcción, desde arquitectos, ingenieros, maestros de obra, albañiles y chalanes, festejan entre comidas y bebidas.
Pero en Puebla existe un santuario que año con año recibe a cientos de peregrinos provenientes de estados vecinos y municipios de la región. Se trata del Santuario al Señor de la Buena Muerte que se ubica en la localidad de Texocuixpan, perteneciente al municipio de Ixtacamaxtitlán.
Un trabajo de investigación de María del Carmen Macías, académica de la Universidad Iberoamericana, y de Javier Otaola Montagne, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), esta festividad tiene más de 300 años.
En la Sierra Norte de Puebla, los habitantes y creyentes, se preparan año con año para adornar la parroquia, donde se resguarda la imagen de Cristo crucificado de apenas 50 centímetros de alto, pero considerado como muy milagroso.
Su fiesta patronal se celebra cada 3 de mayo, pero a lo largo del año recibe peregrinaciones de cualquier rincón de la región y estados vecinos como Tlaxcala, Hidalgo, Veracruz y Estado de México.
También es visitado en días festivos como Año Nuevo, Navidad, Semana Santa y en general todos los fines de semana del año.
Se cree que en Texocuixpan, que significa “Lugar del Árbol de Tejocote”, esta celebración surgió con el ciclo agrícola, por lo cual los creyentes le ofrendaban sus tierras al Señor de la Buena Muerte para que tuvieran una buena cosecha, con buenas lluvias, ya que los cultivos desde entonces a la fecha siguen siendo de temporal.
Entre los feligreses también corre la versión que el culto a esta imagen surgió a finales del siglo XIX y cuenta la leyenda de que un hombre de mal ver llegó a Texocuixpan a solicitar posada, tras varios intentos fallidos llegó a la casa de una mujer anciana.
Ella, bondadosamente, le dio alojamiento sin dudar. Más tarde llegó su esposo a preguntar si había dado albergue a un hombre porque era lo que se rumoraba en el pueblo; ella, para evitar conflictos, negó su acción.
En la mañana siguiente fue a buscar al sujeto y ningún hombre barbado estaba en el lugar, solo la imagen de un Cristo tallado en madera del árbol de tejocote y agua brotando.
Se dice que en 1851 se origina esta historia y que el Cristo fue dejado como regalo por la generosidad de la anciana, quien murió en 1855 y desde entonces comenzó la construcción del templo que hoy recibe a cientos de feligreses.
Por dentro el templo luce un altar dorado, es estrecho, pero sus columnas de cantera robustecen el frente. En una capilla aledaña se resguarda la imagen para que los fieles la besen y se santigüen.
Destaca que por la celebración la iglesia se llena de veladoras y arreglos florales en cada espacio del templo.
Con esta fiesta, que inicia en mayo, las comunidades también esperan que su economía mejore, pues colocan puestos de comida, frutas, bebidas y diversos artículos para el consumo de los visitantes.