El consumo de refrescos en México, además de ser elevado, durante años ha sido cuestionado por los efectos nocivos que puede tener en las personas.

La obesidad es una de las afectaciones más visibles del consumo excesivo de refrescos, sobre todo desde los primeros años de vida.

Al respecto, hay dos datos contundentes. La Gaceta UNAM de 2019 señaló que México ocupó el nada honroso primer lugar entre los países con mayor número de consumidores de refresco, con 163 litros al año por persona, un 40 por ciento más que Estados Unidos, que ocupó el segundo lugar con un consumo de 118 litros.

Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), denominado “La Pesada Carga de la Obesidad. La Economía de la Prevención”, estimó que México tiene una de las más altas tasas de obesidad, donde uno de cada tres adultos es obeso.

Refirió que la obesidad se origina debido al desequilibrio energético entre las calorías consumidas y gastadas, es decir, la persona consume alimentos y bebidas con alto contenido energético y no realiza suficiente actividad física.

Estimaciones consideran que en promedio el 10 por ciento de la energía que consumen los mexicanos proviene de bebidas azucaradas como refrescos y jugos industrializados.

Un porcentaje que en el caso de los menores de edad llega hasta el 20 por ciento.

En general, los refrescos están considerados como un producto riesgoso para la salud.

Además del hecho de que no aportan ningún valor nutricional al organismo.

Contienen ingredientes como ácido fosfórico, cafeína, jarabe de maíz, sodio, potasio, colorantes y saborizantes, que en general se relacionan, al ser consumidos con frecuencia y a largo plazo, con problemas de salud.

Algunas de las enfermedades que se relacionan con el consumo cotidiano de refrescos son: obesidad, diabetes tipo 2, cardiopatías, enfermedades renales, enfermedad hepática no alcohólica, caries dental y gota.

En paralelo, el consumo de bebidas azucaradas está asociado con comportamientos no saludables como no dormir lo suficiente, no practicar ejercicio o ingerir comida rápida con frecuencia.

Independientemente de que el nivel de afectaciones se incrementa en personas sedentarias, alejadas del ejercicio y una alimentación balanceada.

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