En México, el bolillo es el pan salado por excelencia: es barato, fácil de hacer, crujiente por fuera, suave por dentro y con una historia mítica
 
El libro “El trigo en México” cuenta que este pan surgió durante la época de la Colonia, cuando los españoles introdujeron cereales y tecnología como los molinos.

Los relatos orales dicen que Juan Garrido, criado de Hernán Cortés, encontró por casualidad tres granos de trigo en un costal de arroz, los sembró en un solar cerca de Rivera de San Cosme, en lo que hoy es la Ciudad de México, y a raíz de ello nació la producción de trigo en el país.

Ese fue el primer paso para tener al bolillo como lo conocemos, pero fue hasta finales del siglo XIX, durante el Porfiriato, que este pan se popularizó.

La influencia que Francia tuvo en el país aquellos años incluyó también a la cocina y una de las recetas que se rescataron de la tradición de aquel país fue el de la baguette.

La historia más popular sobre el nacimiento del bolillo es que su creador fue justamente un francés, el panadero de la corte de Maximiliano de Habsburgo, Camille Pirotte.

De acuerdo con los historiadores, el nombre del bolillo surgió de la deformación del apellido de dicho panadero.

Tras varias pruebas fallidas con un mismo tipo de masa, el chef Camille se dio por vencido y la dejó podrir, eso provocó que se fermentara el trigo, actuando como levadura, lo que ocasionó la creación del pan que hoy conocemos como birote, que es una especie de bolillo alargado inspirado en las baguettes que son populares en la cocina francesa.

El pan frío que preparaba el cocinero se regalaba a las personas pobres y como la mayoría de ellas no sabían pronunciar el apellido del panadero, el pan fue nombrado como “Birote”.

En el siglo XX, con el pan ya establecido como el postre favorito, los panaderos, con el fin de vender más que su competencia, comenzaron a vender bolillos recién horneados muy rápido, llegando a vender estos panes hasta cada 20 minutos; de ahí surgió la expresión popular "se vende como pan caliente".

Un bolillo equivale a comer tres tortillas de maíz, o 7 tazas y media de palomitas de maíz, de acuerdo con datos del Sistema Mexicano de Alimentos Equivalentes.

Una pieza de bolillo de 60 gramos contiene alrededor de 183 calorías, 5.7 gramos de proteína, 39 gramos de carbohidratos y 341.4 miligramos de sodio.

Según la Cámara Nacional de la Industria Panificadora (CANAINPA), el consumo anual de pan es de 33.5 kilos por persona, siendo el pan blanco el que más se vende en el país y, entre los más populares está justamente el bolillo.

Por su versatilidad, el bolillo sirve para preparar tortas, molletes, capirotadas, o bien como acompañante de un atole o el chocolate espumoso.

Un mito que gira alrededor de esta especie de pan es que sirve para calmar un susto y que basta con darle una mordida a un bolillo para que se “asiente la panza”.

Lo cierto es que un susto hace que segreguemos adrenalina y cortisol, acelerando el ritmo cardiaco, tensando nuestros músculos, alterando temporalmente los niveles de glucosa en la sangre y, otras veces, incluso generando náuseas.

Sorprendentemente, el bolillo sí “ayuda” a aligerar un susto, pero no de la manera que solemos creer:

Primero, masticar un bolillo puede servir como distractor frente a un susto, pero esto se puede conseguir con muchos otros alimentos.

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