Celine Song, directora surcoreana, debutó en el cine en 2023 con su ópera prima Vidas Pasadas, la cual la lanzó al estrellato dentro de Hollywood tras recibir ovaciones por la crítica y la audiencia, así como varios galardones que escalaron hasta la ceremonia de los Oscar, donde fue nominada por Mejor Película y Mejor Guion Original.
Como carta de presentación, y testamento del por qué la película resonó con las audiencias, Song demostró su habilidad para retratar y redactar sobre la intimidad de las personas, dotando al filme de una identidad emocional muy particular y honesta, donde se abordan sentimientos universales para elaborar una discusión, ya sea a favor o en contra, sin dar una conclusión en específico con tal de confiar el resto en la audiencia.

Con un logro tan importante en su debut, la expectativa se disparó tras el anuncio de su próximo filme, el cual, al igual que Vidas Pasadas, exploraría diferentes complejidades del amor contemporáneo con una mirada crítica hacia el romanticismo; sin embargo, resultó ser toda una sorpresa que la campaña de marketing para la película repitiera constantemente que se trataba de una comedia romántica, donde el gran atractivo eran las estrellas que lo protagonizaban y no tanto los temas que abordaba.
Ante este escenario, surgen las preguntas: ¿será su segundo filme tan bueno como el primero? ¿Podrá Song volver a proponer una historia emocionalmente desafiante?
Así llega Amores Materialistas. Dirigida por Celine Song (Vidas Pasadas, La Rueda del Tiempo), y protagonizada por Dakota Johnson (Suspiria, Malos Tiempos en El Royale), Chris Evans (Entre Navajas y Secretos, Deadpool & Wolverine), Pedro Pascal (Los 4 Fantásticos: Primeros Pasos, Gladiador II), Marin Ireland (El Irlandés, Sin Nada que Perder) y Zoë Winters (Flatbush Misdemeanors, Succession).
En este drama romántico, seguimos la historia de Lucy Mason (Dakota Johnson), una casamentera moderna con gran éxito en Nueva York, donde el lujo determina el resultado. Cuando Lucy se encuentra entre las figuras de un hombre de ensueño como Harry Castillo (Pedro Pascal) y su exnovio insuperable John Finch (Chris Evans), Lucy deberá tomarse el tiempo para entender lo que le da vida a una relación y si ella realmente es una mujer materialista.

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La película cuenta con una estructura de dos actos y un puente, los cuales serán analizados para exponer mejor los aciertos y las complicaciones de la evolución de la historia en lo que es una interesante argumentación sobre uno de los muchos ángulos del amor contemporáneo.
En el primer acto, el filme construye su argumento base alrededor del desarrollo del personaje de Dakota Johnson, a quien se le dirige una atención particular en tres aspectos: su trabajo, su perspectiva del amor, y cómo ambos factorizan en su trato hacia las personas, y esto, en general, sirve como una crítica completa hacia los sistemas predominantes en el romanticismo contemporáneo, los cuales implican a las aplicaciones de citas y las expectativas individuales.
El trabajo del personaje de Johnson, casamentera, se aborda por completo como una encarnación de la aplicación para citas promedio, pues la empresa donde trabaja ordena los perfiles de cada cliente – hombres y mujeres – con una precisión específica sobre sus cualidades, gustos, objetivos y deseos, omitiendo por completo los defectos y elevando el estatus de cada cliente con base en los elementos de lujo que factoricen en ello – como trabajo, hogares, ingresos, etc. –, creando un algoritmo matemático físico completo que determina los vínculos alrededor de datos superficiales.
El personaje de Johnson, entonces, recupera esta información con la mayor atención posible, sin cuestionar las demandas de los clientes con tal de satisfacer los deseos alrededor de perspectivas cerradas e idílicas de cada persona, alimentadas por egos, atmósferas, interacciones e historias.
Juntos estos dos argumentos, se crea la base para critica hacia el aspecto materialista de la historia, donde se ofertan el amor al mejor postor que pueda ofrecer un futuro con base a todo aquello que alimente el ego de la otra persona, abandonando la idea sentimental en un mundo tan agresivo sistemáticamente, que esto ya no se observa como una técnica egoísta, sino una lógica de supervivencia.
Johnson encarna estas cuestiones de manera directa, guiando a la historia hacia un serio cuestionamiento sobre la estabilidad contra el romance, sin embargo, el puente del filme disrumpe este esquema con una violación al sistema idílico con el que Johnson se rige, haciendo que el segundo acto sea un colapso de consecuencias mal contado.
En temas de guion, Song supo como retratar a la perfección su tesis sobre la emocionalidad humana en un sistema capitalista, pero en el momento en el que decide ofrecer desenlaces para sus personajes, olvida las reglas del mundo que propone y decide optar por un camino enteramente romántico que abraza lo cliché.

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Esta evolución no es negativa, sin embargo, existe muy poco espacio en el proceso de cambio que resulta poco creíble la llegada de esa resolución, en especial con el personaje de Johnson se establece con una creencia firme que se mantiene de principio a fin. Si bien es una característica cuestionable, también es lo mejor de la historia, pues se evita dar un argumento detallado sobre la importancia de la emocionalidad, por lo que la audiencia debe tomar este proceso y discutirlo a cuenta propia, creando una breve conversación que parece ser el objetivo principal del filme.
Existe un contrargumento hacia el algoritmo del amor durante el puente del filme, pero recibe tan poca atención, al menos de una manera respetuosa, que pasa por desapercibido y termina siendo una obviedad del mundo real.
Respecto a las actuaciones, el trío principal – Johnson, Evans y Pascal – entregan actuaciones promedio. Ninguno lo hace mal, pero tampoco destacan ni hacen suyo el material con el que trabajan, creando escenas mínimamente interesantes que sólo se mantienen por el argumento temático del filme.

Johnson, en ocasiones, parece demasiado monótona, lo cual parece ser parte de su evolución como en el personaje, hasta que llega el final y el cambio es poco notable; sin embargo, y tomando en cuenta los diálogos del filme, parece que esta decisión es propia de la directora, por lo que resulta aun más interesante la discusión sobre por qué finalizar el filme de una forma tan romántica. El resto de los personajes reciben un arco emocional un tanto apresurado.
En aspectos técnicos, el diseño de producción es impecable, con los interiores destacando al representar toda una personalidad y un sistema de creencias propio de un personaje, lo que se extiende hacia los personajes de manera exacta. La iluminación complementa la arquitectura de los espacios, creando escenarios cálidos que le dan un sentimiento especial al filme.
La fotografía es precisa, con encuadres fijos que saben dimensionar entre los personajes y los elementos a su alrededor, creando postales de aspecto romántico en cada imagen.
La edición también es impecable, creando un ritmo ameno que se construye desde el primer hasta el último momento, sin necesidad de alargar tomas ni recortarlas antes de tiempo, ofreciéndole al filme el tiempo justo para el material actual.
Al final, Amores Materialistas es un filme un tanto accidentado, pero con aparente propósito. La primera parte ofrece un argumento interesante digno de discutir por sus variables, mientras que su final le da pie a la audiencia para llegar a sus propias conclusiones a costa de un final con sentido que no abrace lo cliché como único medio aparente para una conclusión sin muchas explicaciones.
Aunque Vidas Pasadas pueda ser considerada una película mucho más redonda, Amores Materialistas continúa con la perspectiva íntima y honesta de Celine Song, quien, definitivamente, sigue siendo una autora de interés para el futuro del cine.
8/10
