El italiano Luca Guadagnino es un director que disfruta de incentivar la polémica y la discusión a través de sus filmes, pero nunca sin un propósito. Con películas como Llámame por tu Nombre (2017), Suspiria (2018), Desafiantes (2024) y Queer (2024), Guadagnino expone diferentes cuestiones humanas de carácter global – como el amor, el deseo y el miedo – y las lleva al extremo en situaciones donde la ética y moral son amenazadas y confrontadas por las propias reglas de la sociedad y los principios individuales.

En ese violento proceso de descubrimiento para los personajes, Guadagnino opta por dejar el desarrollo de una conclusión de sus historias en manos de la audiencia, confiando en los espectadores para continuar con un diálogo sin censura donde se puedan abordar las polémicas de la realidad contra el idealismo, siempre cuidando que el contexto para el debate sea claro y particular, sin caer en las generalizaciones sobre un tema.

Estos métodos son los que caracterizan su filmografía desde 1999, lo cual generó expectativa cuando fue anunciad su nueva película para 2025, la cual, desde un inicio, se comentó que abordaría temas como el acoso y el privilegio en los ambientes académicos de excelencia contemporáneos.

¿Cómo aborda y profundiza Guadagnino en estos temas? ¿Logra crear un nuevo diálogo interesante o sólo crea una obra superficial? ¿Vale la pena darle una oportunidad en la pantalla grande?

Así llega Cacería de Brujas. Dirigida por Luca Guadagnino (Desafiantes, Queer) y protagonizada por Julia Roberts (Un Ticket al Paraíso, Dejar el Mundo Atrás), Ayo Edebiri (Intensamente 2, Opus), Andrew Garfield (El Tiempo que Tenemos, Spider-Man: Sin Camino a Casa), Michael Stuhlbarg (Doctor Strange en el Multiverso de la Locura, Los Instigadores) y Chloë Sevigny (El Hombre de Nieve, Hasta los Huesos).

En este drama de suspenso, seguimos la historia de Alma Olsson (Julia Roberts), una respetada profesora de filosofía en la Universidad de Yale, quien se encuentra en un conflicto ético, moral e ideológico luego de que una de sus alumnas, Maggie Price (Ayo Edebiri), acusara a Henrik Gibson (Andrew Garfield), profesor y amigo personal de Alma, de abuso sexual.

La película se construye a través de tres actos bien definidos que se presentan por medio de la deconstrucción del personaje de Julia Roberts, quien funciona como un punto de vista absoluto para el espectador de tal manera que no se pueda emitir un juicio completo sobre las situaciones que la rodean, lo cual define las reglas y el contexto con el cual se analizarán los hechos.

Julia Roberts entrega una actuación que parece fría y distante, donde su mirada se vuelve el epicentro de toda emoción oculta | Foto: Metro-Goldwyn-Mayer
Julia Roberts entrega una actuación que parece fría y distante, donde su mirada se vuelve el epicentro de toda emoción oculta | Foto: Metro-Goldwyn-Mayer

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Antes de continuar, es importante mencionar que el punto focal del filme no es el abuso sexual. La cinta no está interesada en un análisis social, político o psicológico sobre este tipo de crímenes, sino que utiliza el hecho como una plataforma para impulsar la trama, convirtiéndolo en un vehículo narrativo que se usa como un arma de doble filo, una especie de escudo moral que intenta mantener a raya a los personajes, y a la audiencia, con respecto a hacer demasiadas preguntas e indagar en los propósitos de cada individuo involucrado, derivando en un colapso de su propia ética y moralidad que sirve como crítica hacia el privilegio.

Con lo anterior en mente, el personaje de Roberts atraviesa una autopsia a través del film, con el escándalo sexual como punto de partida para deconstruir sus relaciones laborales, sus relaciones sociales y su integridad individual, en especial cuando su historia encuentra un paralelismo con los hechos contemporáneos, pero desde otro ángulo, arrinconándola en una espiral de cuestionamientos y acusaciones que destruye su construcción personal sobre el mundo.

Hay una razón por la que Guadagnino opta por concentrar los hechos, y personajes, del filme en la facultad de filosofía de Yale, pues nos encontramos con seres que, en esencia, portan un arquetipo intelectual que intenta analizar, de maneras lógicas y acertadas, cada uno de los hechos y pensamientos a su alrededor, por lo que un hecho tan agresivo con respuestas tan emocionales, genera una ruptura de la realidad, en especial cuando el filme decide abordar este ángulo a través del cuestionamiento del privilegio, pues algunos de los personajes son señalados como personas vacías cuya riqueza y estatus social les da valor y poder, el suficiente como para manipular situaciones sensibles a su favor y aprovechar la victimización como plataforma de venganza, lo cual, cuando intervienen verdaderas cuestiones morales y éticas en términos filosóficos, revela seres vacíos que sólo se mueven por avaricia, mientras que los demás personajes – aquellos que pueden parecer más terrenales – atienden las consecuencias y el remordimiento de siquiera pensar en las posibilidades de que la acusación sea un hecho.

En esta dinámica, Roberts entrega una actuación interesante, donde intenta predominar una máscara intelectual para ocultar el verdadero conflicto emocional de su personaje, con cada capa siendo removida a medida que el filme avanza, llegando hasta un confrontamiento emocional bastante interesante, donde los silencios y las omisiones son clave para darle un vistazo al verdadero ser dentro de su personaje. Roberts logra comunicar la existencia de este conflicto a través de sus ojos incluso antes de iniciar el conflicto del filme, lo que hace de la historia mucho más interesante.

Como es usual en su filmografía, Guadagnino no ofrece respuestas concretas dentro del filme, sino que anima a la audiencia a generar su propia conclusión, sin importar las controversias | Foto: Metro-Goldwyn-Mayer
Como es usual en su filmografía, Guadagnino no ofrece respuestas concretas dentro del filme, sino que anima a la audiencia a generar su propia conclusión, sin importar las controversias | Foto: Metro-Goldwyn-Mayer

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Por su parte, Ayo Edebiri es la antítesis del personaje de Roberts. Edebiri demuestra sus dotes dramáticos en un papel que se presenta una dualidad como víctima y victimario, cargando sobre sus hombros el gran cuestionamiento sobre los hechos del filme, pues, a través del uso del privilegio, observamos como los hechos son empleados como una herramienta para un fin, lo cual crea una enorme brecha entre ética, moral, lealtad y justicia, la cual es analizada desde un espectro emocional complicado, donde el poder tiene la última palabra.

Ayo Edebiri demuestra sus dotes dramáticos en un papel que juega con la mente de la audiencia desde la victimización | Foto: Metro-Goldwyn-Mayer
Ayo Edebiri demuestra sus dotes dramáticos en un papel que juega con la mente de la audiencia desde la victimización | Foto: Metro-Goldwyn-Mayer

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Por su parte, Andrew Garfield entrega un trabajo interesante y el más emocional de todos, en especial cuando observamos que su camino es el de la radicalización ideológica bajo el supuesto de la injusticia y la traición. El personaje de Garfield destaca por su demostrar y aportar extremos en el debate que el filme intenta proponer, donde la información de la audiencia es tanto incriminatoria como exculpatoria, dejando un espacio para la interpretación final de los hechos.

Cacería de Brujas cuenta con un ritmo parcialmente lento, el cual es necesario para atravesar las diferentes capas ideológicas, psicológicas y aspiracionales de los personajes, y así llegar a giros de trama mucho más impactantes.

La dinámica de Roberts con Andrew Garfield es fascinante durante el filme, donde se cuestiona la intervención de la ética y la moral dentro de la lealtad | Foto: Metro-Goldwyn-Mayer
La dinámica de Roberts con Andrew Garfield es fascinante durante el filme, donde se cuestiona la intervención de la ética y la moral dentro de la lealtad | Foto: Metro-Goldwyn-Mayer

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La cinematografía del filme es impoluta, aportando escenarios elegantes y limpios que parecen atribuirse a una ilusión de paz y estabilidad que poco a poco se derrumba con los hechos de la historia. La iluminación es increíble, en especial con los interiores cálidos y fríos; además, su edición es puntual y mantiene a la audiencia enganchada con el progreso de la historia.

Al final, Cacería de Brujas es un drama que puede parecer incómodo al hablar sobre el aprovechamiento de la victimización para mantener un privilegio. La historia, aunque comienza como un thriller de suspenso criminal, rápidamente evoluciona a una red de mentiras y sospechas que apuñalan la confianza y el idealismo de su protagonista, obligándola a evaluarse a sí misma y a sus alrededores de una forma que preferiría no hacer.

Con actuaciones interesantes, una perspectiva que invita a la reflexión, y una narrativa que culmina hacia un diálogo entre la audiencia para decidir la conclusión general de los temas y arcos, esta cinta se une a la filmografía de Guadagnino en un nivel de calidad aceptable que vale la pena observar en la pantalla grande.

8.5/10

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