El cine es un negocio peligroso como inversión. Se trata de confiar miles de millones de dólares a creativos que, en el mejor de los casos, pondrán todo su esfuerzo y corazón en entregar un producto humano, pero al final del día será eso para el inversionista, un producto que debe recuperar cierto dinero para ser exitoso, sin importar lo bueno o malo que sea.

En este sentido, el Universo Cinematográfico de Marvel era considerada una de las máquinas mejor engrasadas en la industria, entregando éxito tras éxito en términos financieros y de crítica desde 2008, lo cual mostró un grave retraso de calidad a partir de 2020, justo después del estreno de Avengers: Endgame (Dir. Joe & Anthony Russo, 2019). Ante el nuevo panorama de recibimientos mixtos, la directiva de Marvel ha decidido implementar en todas sus producciones una serie de retrabajos de último momento con tal de salvaguardar la inversión y su éxito, resultando, para bien o para mal, en productos que no llenan las expectativas generales.

En su primer filme del 2025, Capitán América: Un Nuevo Mundo, Marvel se topó con este panorama, donde muchas subtramas, muchos personajes, y una serie de proyecciones de prueba fallidas dio pie a meses de regrabaciones y reescritura de guion, creando la imagen de una película accidentada, donde los efectos, secuencias, personajes lucen fuera de lugar en una película que abre el año crítico de la franquicia para exponer si es capaz de mantener el ritmo o delegarse a donde estaban las películas de superhéroes antes del 2008.

Así llega Capitán América: Un Nuevo Mundo. Dirigida por Julius Onah (La Paradoja Cloverfield, Luce) y protagonizada por Anthony Mackie (El Banquero, La Mujer en la Ventana), Danny Ramírez (Top Gun: Maverick, Estrellas al Atardecer), Shira Haas (María Magdalena, Asia), Carl Lumbly (Doctor Sueño, La Cura Siniestra), Xosha Roquemore (El Artista del Desastre, Space Jam 2), Giancarlo Esposito (Breaking Bad, MaXXXine), Tim Blake Nelson (El Callejón de las Almas Perdidas, La Balada de Buster Scruggs) y Harrison Ford (Indiana Jones y el Dial del Destino, Blade Runner 2049).

En este thriller político seguimos la historia de Sam Wilson/Capitán América (Anthony Mackie) y Joaquín Torres/Falcon (Danny Ramírez) en su búsqueda por desenmascarar al responsable del atentado contra el presidente de los Estados Unidos Thaddeus Ross (Harrison Ford), el cual forma parte de un gran esquema que podría crear una guerra mundial por el nuevo gran mineral descubierto en la Tierra: Adamantio.

Los problemas con Capitán América: Un Nuevo Mundo son extremadamente notables, especialmente con su apartado visual y cinematográfico, lo cual, desgraciadamente, atropella los elementos rescatables de una historia con gran potencial como thriller político, de espías y, por supuesto de super héroes.

El manejo de la cámara llega a ser definido completamente como torpe y desaprovechado, optando por cuadros extremadamente cerrados que liquidan toda posibilidad de aire alrededor de la composición de las coreografías de pelea, lo cual da una perspectiva claustrofóbica para el espectador, quien deseará por alejarse para apreciar la imagen. Este acercamiento también presenta un segundo problema, y es la perspectiva de la velocidad; al grabar acción, las peleas de cerca corren el riesgo de parecer mucho más lentas, evidenciando, de existir, todo tipo de error en el cumplimiento de la coreografía, reduciendo el ritmo, el impacto, la fuerza y, peor aún, haciendo evidente cuando algún actor debe esperar por un golpe.

Lo anterior es identificable desde el segundo uno en la película, con Anthony Mackie pareciendo una versión sin gracia de su personaje en cuanto a movimiento se refiere, a pesar de que este se luce con acrobacias similares a las hechas por su antecesor, Chris Evans.

Aunado a este problema, la cámara y el montaje optan por una serie de cortes a objetos en medio de las peleas, donde en un segundo puedes observar al Capitán peleando, y al siguiente observas un pilar de roca con la pelea de fondo. Estas tomas tan radicales son, muy probablemente, un resultado directo del proceso de reshoots, donde la secuencia tenía que reintegrarse de cualquier forma ante la probable imposibilidad de regrabarse, lo cual aborda a la mayoría de las escenas de acción.

El apartado de efectos visuales es una mezcla entre obvias pantallas verdes y un trabajo medianamente bueno en lo que son propuestas realmente emocionantes. Secuencias como la batalla aérea entre el Capitán y Falcon contra aviones de combate serían un agasajo visual con el tiempo de trabajo suficiente, llena de articulaciones vertiginosas, movimientos deslumbrantes y efectos rimbombantes, pero queda como un concepto simple y divertido ante esta falta de trabajo en los renderizados.

A pesar de que el personaje “sorpresa” estrella, Red Hulk, luce excelente, los escenarios alrededor de la batalla son extremadamente irreales, con una iluminación extremadamente dura y un claro alejamiento de las reglas de la profundidad de foco, dando imágenes planas y caricaturescas, las cuales diluyen todo tipo de emoción que el último acto pueda ofrecer, a pesar de que los hechos sí sean entretenidos.

En materia de las actuaciones, Mackie mantiene su carisma como la mayor característica de su personaje, capaz de ser serio, rígido y al mismo tiempo abierto y divertido, balanceado la dinámica de la historia. Danny Ramírez, en este sentido, se une a Mackie de buena manera, logrando una sinergia de camaradería creíble y disfrutable.

Harrison Ford, por su parte, hace lo suficiente como para interpretar un pilar en descomposición, observando esto como un personaje rígido y brutal que debe afrontar la caída de su propio ego. Su interpretación es simple, pero efectiva, entregando algunos de los momentos más serios y emocionales.

Los villanos, encarnados por Giancarlo Esposito y Tim Blake Nelson, son, desgraciadamente, completamente olvidables y desaprovechados. Por un lado, el personaje de Esposito – Sidewinder – fue agregado en reshoots, lo cual es completamente evidente con la poca dinámica de su presencia con respecto al verdadero desarrollo de la trama, resultando en una participación plana, olvidable y fácilmente reemplazable; por otro lado, el personaje de Nelson – El Líder –, queda a deber en todo sentido de guionismo, siendo una entidad aparentemente presente y constante, pero débil ante los hechos que orquesta, entregando una serie de monólogos planos y vacíos, donde las demás interpretación aniquilan su lógica y amenaza.

Pero si alguien se lleva la atención dentro del filme es Carl Lumbly, quien interpreta al Capitán América perdido Isaiah Bradley. Emocionalmente cruda es su interpretación, sin temar a mostrar una faceta sensible que le da peso a cada interacción que tiene de forma multifacética, pues los diálogos impactan a las relaciones, a la trama y la perspectiva política que su personaje representa.

La trama, desgraciadamente, es una combinación débil de retazos sobrevivientes al periodo de reshoots y reorganizaciones creativas, con las tramas y subtramas revoloteando alrededor de los personajes con un vago y muy ligero vínculo que al concluir resulta extraño y poco sólido.

Al final, Capitán América: Un Nuevo Mundo es una película que cumple, por muy poco, con el entretenimiento que promete. Expone una serie de personajes lo suficientemente interesantes como para capturar la atención, pero el mínimo error puede sacar de la experiencia a cualquiera y en cualquier momento, siendo inevitable el sentimiento de que algo más faltaba dentro del filme.

La acción sigue siendo emocionante, pero mucha de ella lo es solo por concepto, y esto no es suficiente para mantener a flote un medio visual como lo es el cine. Es un milagro que la película haya resultado “pasable” tras tantos meses de reshoots, pero este es un paso tibio en Marvel en lo que podría ser su año más crítico para definir cómo lo juzgará la industria del entretenimiento en el futuro.

7.5/10

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