Hace años, en el lenguaje popular de nuestros abuelos, resonaba la expresión "poblanos chicharroneros” una frase que se usa para nombrar aquellos que nacieron en este bello estado.
Una frase que hoy en día pocos conocen, pero que tiene sus raíces en la rica historia gastronómica de Puebla.
De acuerdo con archivos históricos, los españoles que sentaron sus domicilios en la ciudad de Puebla en 1531, acostumbraban en sus comidas un alimento “fuerte”, este era la carne de animales domésticos.
Desde España, se importaron los primeros pies de cría de cerdos a la Nueva España, estableciendo gradualmente un imperio de productos derivados.
Los primeros jamones, chorizos y embutidos de la Puebla eran tan destacados que los habitantes ganaron el apodo de "poblanos chicharroneros".
Asimismo, Hugo Leicht en su libro Las calles de Puebla, señala que en el siglo XVII se empezó a criar a los cerdos en los patios de las propias casas, siendo su matanza ahí mismo, por lo que a estas casas se les llamaba “de trato de tocinería”, y a sus patios chiqueros.
La matanza en estas "tocinerías" era casi a diario, ya que el cerdo se convirtió en el alimento más común en Puebla. De ahí el dicho: “cuatro cosas come el poblano: cerdo, cochino, puerco y marrano”.
De esto aún existen evidencias, La Antigua Tocinería, la cual hasta la fecha conserva el encanto de su arquitectura colonial. Este conjunto arquitectónico, hoy marcado con los números 902 y 904 de la actual calle 2 Sur, data del siglo XVII.
En el libro “4 Épocas, 85 lugares para conocer Puebla” del Ayuntamiento de Puebla, en el siglo XVIII este inmueble le perteneció don Miguel Fernández César y su hijo Miguel de César, cuya activa presencia dio nombre a la calle, pues por varias décadas fue conocida como la “Calle de César”.
La antigua tocinería contaba con una enorme troje, de doble arcada, que le permitía almacenar gran cantidad de granos, para alimentar las frecuentes piaras de puercos que le llegaban de la región de Nopalucan y San Juan de los Llanos Durante dos siglos el inmueble funcionó como tocinería. Cabe destacar que en este mismo siglo, comenzó a surgir la fabricación de jabones y velas de cebo.