Desde el año 2018, el Senado de la República decretó el 1 de febrero como el Día Nacional del Ajolote Mexicano, luego que la revista Nature publicó el artículo “El genoma del ajolote y la evolución de los reguladores clave de la formación de tejidos”.

En el documento se destacó que los trabajos de investigación de especialistas permitieron descubrir que el ajolote mexicano tiene 32 mil millones de pares de bases de ADN, lo que lo convierte en el genoma más grande que ha sido secuenciado en la historia.

Para celebrar esta efeméride, te compartimos una leyenda de la mitología azteca sobre “Axólotl”, que significa “monstruo de agua” la advocación acuática del dios “Xólotol”, el hermano gemelo de Quetzalcóatl.

Al principio de la Quinta era, cuando todavía no había nada, el día se encontraba sumergido en la más absoluta obscuridad.

Entonces, los dioses se reunieron en Teotihuacán y decidieron que dos de ellos se sacrificarían para crear la luz y alumbrar el mundo.

Tecuciztécatl, "el dios precioso, adornado y pretencioso" y Nanahuatzin "el dios buboso y sarnoso", fueron los elegidos.

Ambos se situaron junto al “teoxtecalli”, fuego que ardió por cuatro noches y a la orden de los demás dioses se arrojaron al fuego.

De repente, todo se tornó rojizo y en ese momento surgió Nanahuatzin; era tan resplandeciente que nadie lo podía mirar. Después, justo en el mismo lugar, apareció Tecuciztécatl, y los dioses notaron que no estaba bien que existieran dos soles.

Entonces, Quetzalcóatl golpeó con un conejo a Tecuciztécatl, así le suprimió el resplandor y creó a la luna.

Luego de un rato, los dioses notaron que el Sol y la Luna permanecían inmóviles y decidieron darles movimiento. Con ello los dioses de pronto tuvieron una idea: "Sacrifiquemos y hagamos que resuciten con movimiento por nuestra muerte" dijeron los dioses.

Todos aceptaron la propuesta, menos uno, y ese fue Xólotl, gemelo de Quetzalcóatl, por lo que decidió huir haciendo gala de su capacidad para transformarse.

Primero, se ocultó entre el maizal y tomó la forma de un maíz doble que los campesinos también llamaban "xólotl", pero fue descubierto.

Huyó nuevamente para esconderse en un magueyal y se convirtió en un maguey doble llamado "mexólotl", y de nuevo fue descubierto.

Finalmente, escapó al agua, donde tomó la forma de un ajolote que fue el último ser en el que pudo transformarse antes de morir.

*Esta leyenda fue compartida por el Centro Puebla del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para que se conozca más la importancia de preservar este anfibio que incluso cuenta con su propio Museo Nacional del Ajolote, en la Ciudad de México, lugar único dedicado a la preservación del axólotl.

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